lunes, 20 de octubre de 2014

EL QUIJOTE 9. FE DE ERRATAS EN EL QUIJOTE



No, no. Esta imagen debe de ser una errata. ¿No?

Antes de iniciarse el texto de una obra impresa, es lo habitual encontrar, después de la portada, un conjunto de elementos paratextuales que constituyen los llamados Preliminares.
En los reinos de Castilla, desde la pragmática de 1558 sobre la autorización previa de impresión, era obligado imprimir los preliminares una vez impreso el texto, aunque este uso ya se había iniciado antes de promulgarse esta norma legal. Los elementos que reflejaban la autorización administrativa y la tasa eran de inclusión obligatoria. Junto a ellos figuraban a menudo la dedicatoria, prólogo y otras advertencias al lector y un conjunto de poesías laudatorias de la obra o el autor, pudiendo también incluirse la tabla de contenido, a no ser que se imprimiese al final de la obra.
Dos cuadernos constituyen los preliminares de la primera edición de El Quijote, el primero de cuatro hojas, seguido de otro de ocho, o sea un total de doce hojas sin numerar, ya que la foliación se inicia con el texto. Después de la primera hoja con la portada, figuran en las dos siguientes tres documentos administrativos. Inicia este conjunto la certificación dada por un escribano del Consejo de Castilla de la tasa fijada por el mismo para su venta «en papel», o sea, en rama, indicando el precio del pliego, tres maravedís y medio, que al tener el libro ochenta y tres pliegos hacen montar su precio unitario a doscientos noventa maravedís y medio. Es este el último trámite administrativo que debe pasar todo libro, y en nuestro caso va fechado en Valladolid, a 20 de diciembre de 1604. A partir de este momento podía concluirse la impresión, y, en efecto, antes de que lo hiciera el taller de Cuesta, la imprenta vallisoletana de Luis Sánchez estampó la tasa en un cierto número de ejemplares que habían llegado de Madrid con el folio 2 recto en blanco, a fin de que se añadiera ese imprescindible requisito administrativo y comercial, de modo que el libro pudiera lanzarse inmediatamente en la corte.
Sigue a continuaciónel orden en el que figuran no está predeterminadola habitualmente llamada Fe de erratas, en esta ocasión TESTIMONIO DE LAS ERRATAS, que era en realidad un certificado del corrector oficial por el que señalaba la coincidencia del texto impreso con el original que el Consejo de Castilla había autorizado a publicar. Lo firma el licenciado Francisco Murcia de la Llana en Alcalá, el primero de diciembre de 1604.