jueves, 30 de noviembre de 2017

FIJÉMONOS EN ESTA DEFINICIÓN


piolet



Del fr. piolet y este del piamontés piola “hacha pequeña”.



1. m. bastón de alpinista, con contera puntiaguda de hierro en un extremo y una especie de piocha en el otro.

Ya hemos estudiado muchas palabras como esta. Se trata de un galicismo. También hemos estudiado el género y el número de esta palabra. No hace falta que recordemos nada más. 


Seguro que no sabe qué es una contera. Y sabe que el piolet termina en una piocha, sea de la especie que sea?
 

martes, 28 de noviembre de 2017

¿CUÁNTOS CATALANISMOS USAMOS? REPASEMOS LA LISTA

retel

Del cat. y arag. retel, y este del lat. *retellum, de rete 'red'.

1. m. Arte de pesca que consiste en una red, sujeta a un aro, en forma de bolsa y que se usa para la pesca de cangrejos de río.


Ya hemos explicado en clase que los catalanismos son aquellos préstamos que la lengua catalana hace a otras, como la nuestra, el castellano. Conocemos algunos, pero en el diccionario de las academias de la lengua hay alrededor de trescientas cincuenta palabras que nos ha prestado el catalán.

No pocas comienzan por a: abete, absenta, acotar, adrede, aguaitar, alambor, albergue, alioli, amainar, amprar, andarivel, añoranza, añorar, arreo (adverbio), arel, arganel, argue, arreo, atiparse, avellanate, avería.

Y también otros catalanismos comienzan por b, como  babazorro, bacín, bacoreta, bagre, bajel, bajoca, baladre, balda, balduja, ballener, balso, banda, banderola, barcella, barraca, bastaje, bayoco, bel, boj, boja, bojar, boje, borde (adjetivo), borracha, borraja, botifarra, bou (embarcación), bovaje, brazola, brocatel, brollar, buido, burdel, buriel.

Comienzan por la letra c los catalanismos cairel, cadireta, cajel, cajín, calonge, camaerlengo, camota, cantel, cantimplora, canute, capel, capicúa (de capicua, cap i cua="cabeza y cola", palíndromo), capítol, capitoste, capolar, carquerol, carquiñol, carrafa, carraspique, carretón, castañola, cascabel, ceje, celindrate, ceprén, chácena, chafardero, chamelo, charnego (del catalán xarnego que a su vez proviene del castellano lucharnego, nocharniego, "nocturno"), choca, chueta, chuleta, chulla, cimbel, clavel, clavellina, clota, coca, codoñate, cohete, combés (dudoso), conceller, confite, congoja, conrear, conseller, convite, corda, cordel, corondel, correjel, correo, cortapisa, crébol, crisol, cuartera, cuarterada.

Con la letra d son préstamos dátil, derrería, desgaire, destre, detal, doncel, dosel.

Los catalanes nos han prestado palabras como emborna, embuñegar, empeltre, empesador, ensaimada, envite, escabel, escalivada, escarola, escarpia (dudoso), esclafar, escoa, escomesa, escudella, espinel, esquife, esquirol (del cat. esquirol, y este de L'Esquirol, localidad barcelonesa de donde procedían los obreros que, a fines del siglo XIX, ocuparon el puesto de trabajo de los de Manlleu durante una huelga), estoperol, estrepada.

Comienzan por la letra f los catalanismos faena, fajol, falla, fango, farte, fásol (fesol), fideuá, filete, fleje, flojel, foja, fona, fonébol, fonje, forastero, forcejar, formaleta, formalete, fornel, fornel, fornir, francalete, frao, frazada, fréjol, freo, fuchina, fuet, fuete, fuñar, fustete.

Con la letra g son catalanismos galdido, gandaya, garba, genol, gobén, gobernalle, granel, grao, grapa, gresca, greuge, gros, grupada, guaita, guante.

Seguro que no usa hordiate.

Llevan la letra j los préstamos catalanes jácena, jaloque, jamugar, jar, jaquir.

Tienen la letra l los préstamos catalanes lagotero, libán, linaje (de llinatge), lisa, loguer, y lonja.

Llevan m los catalanismos macarra, maitines, malcoraje, mancha, manigueta, manjar, manuella, margallón, mariol, masada, masía, masovero, melís, melsa, menge, mercería, mero, metalla, micer, miñón, mirrauste, mojada, mojel, molde, molsa, moncheta, morel de sal, moscatel, mosén, mosqueta, mostela, mostellar, mote, muelle, mújol, musola.

Empezando por la letra n, la lengua catalana nos ha prestado palabras como nácar, naipe, nao, naucher, neto, nena, nevereta, ninot, nolit, noque, novecentismo (de noucentisme), novel.

Son de origen catalán las palabras oraje (de las formas del catalán, provenzal y francés, derivado del latín *auratǐcum, de aura), orate, orgullo, oriol, oropimente (orpiment), osta.

Si nos fijamos en estas palabras veremos que son de origen catalán pagel, pajarel, palafren, palangre, palenque, palmejal (de paramitjal), panoli (de pa amb oli'=pan con aceite), pansido, pantalla, papel, paella, pavorde, payés, peaje, pebete (de pevet), pelaire, pelitre, percanzar, percha, perchel, perno, perol, perpunte, peseta (pesseta diminutivo de peça, pieza), pésol, petar, picaporte, pilatero, pincel, pinjar, piñonate, piular, placer, plantaje, poncella, porcel, porche, pota, pote, preboste, prensa, proejar, proel, proís.

Pero quijote es también un catalanismo. ¿Sabe qué es?

Con la letra r tenemos estos catalanismos: rabasaire, rabassa, rachola, rapa, rape (pejesapo), regala, remiche, rengle, reloj, reo, retal, RETEL, retrete, riel, ringlera, rol (rolde, rollo), roquete, rosca, rozagante.

Llevan la letra s los catalanismos siguientes; salicor, salitre, salvaje, sastre, sardinel, semblante, seo, serpol, serviola, siroco, sirria, sobrasada, soler, somatén, sor, sosa.

Las palabras que siguen llevan la letra t, y son también de origen catalán: tafetán, taula, tercerol, tifo, tirabeque, tortel, trabucaire, traite, trébol, trenque, treo, truque, turrón (del catalán terró, cast. terrón, o de torrar, cast. tostar, dudas sobre el origen), tusón.

Con la letra u sólo conozco usaje. 

Llevan v los catalanismios vellutero, ventresca y viaje.

Por último, dos catalanismos con z: zadorija y zozobrar.

domingo, 26 de noviembre de 2017

"La dama duende" en el Teatro de la Comedia


Dice Helena Pimenta que hemos visto una “comedia de ambiente urbano, perteneciente al género llamado de capa y espada, de enredo e intriga que nos transmite las incertidumbres del hombre de la época y las obsesiones de un autor que nos ha dejado tantas obras geniales. Tras La vida es sueño y El alcalde de Zalamea, obras que he dirigido en la CNTC, mi inquietud sobre los temas calderonianos ha aumentado y no deja de sorprenderme cómo el autor los trata desde otra mirada en La dama duende. Es una obra con estructura circular y dinámica que alberga un extraordinario verbo y unos personajes contradictorios. Una comedia que divierte, entretiene y critica con ironía las costumbres de una sociedad que tiene encerrada a una mujer viuda, incapaz de superar la ruina en que su caballero la ha dejado. Entre el sueño y la realidad, entre la risa y el asombro, las palabras de Calderón nos descubrirán, una vez más, situaciones relativas a la mujer, a los sentimientos, al engaño, a la libertad. Situaciones que proceden de nuestro pasado lejano y cercano e incluso de nuestro presente. El humor se aliará con nosotros para perder el miedo a enfrentarlas.”

El REPARTO, por orden de intervención, lo forman Rafa Castejón
 (don Manuel), Álvaro de Juan
 (Cosme), Marta Poveda
 (doña Ángela), David Boceta
 (don Luis), Paco Rojas (Rodrigo), 
Joaquín Notario
 (don Juan), Nuria Gallardo (Beatriz), 
Cecilia Solaguren
 (Isabel), y Rosa Zaragoza (Clara). El EQUIPO TÉCNICO fue el siguiente: Álvaro Luna (video escena), Jesús Esperanza (maestro de armas), Vicente Fuentes (asesor de verso), Nuria Castejón (coreografía), Ignacio García (selección y adaptación musical), Gabriela Salaverri (vestuario), Juan Gómez-Cornejo (iluminación), Esmeralda Díaz (escenografía), Álvaro Tato (versión), Helena Pimenta (dirección) y Compañía Nacional de Teatro Clásico (Producción).

Marcos Ordóñez ha visto La dama duende, de Pedro Calderón de la Barca. Leamos lo que ha escrito en Babelia, el suplemento cultural de El País:
La máquina de la felicidad
La dama duende, un Calderón felicísimo, triunfa en Madrid con soberbios trabajos de la Compañía de Teatro Clásico, a las órdenes de Helena Pimenta

La Compañía de Teatro Clásico es una máquina cada vez mejor engrasada. La máquina de la comedia, la máquina de la felicidad. He visto, alelado de gusto, La dama duende. Todos bordan sus trabajos. Exhalan alegría, ritmo a toda mecha, intención, densidad y ligereza. El verso, complejo y a ratos endiablado, fluye como agua clara. Musicalidad y naturalidad riman más y mejor que nunca. Tendría que mencionar al equipo completo, encabezado por la dirección de Helena Pimenta y las estupendas versiones de Álvaro Tato. Y la escenografía de Esmeralda Díaz, bañada por los admirables claroscuros del gran Gómez Cornejo. Dos interiores burgueses, comunicados por un misterioso pasadizo. Salida al jardín, siempre nocturno y propicio a los encuentros ocultos. Y una calle madrileña donde se desata, al principio, todo el enredo.
La directora del Clásico lo ha llevado al diecinueve. Lo que entonces se llamaba “comedia de magia”. Y le ha inyectado una pulsión romántica, muy bien vestida por Gabriela Salaverri. El año pasado, cuando vi El perro del hortelano, de Lope, montado por Pimenta, no pude dejar de pensar en Preston Sturges. Aquí, la siembra de gags físicos, la opulencia verbal, y el muy vodevilesco vaivén de la alacena giratoria, me llevaron a Francia. Ante esta pieza maestra del joven Calderón (la escribió hacia 1629) fantaseo con una singular línea dinástica que enlaza sus grandes comedias con los mejores humores de Molière, Marivaux y Feydeau, posibles descendientes. Y tampoco estaría lejos, verso aparte, un parentesco italiano: el caballero Goldoni.
En La dama duende las mujeres llevan la voz cantante. La maestra de ceremonias es Ángela de Toledo (Marta Poveda), joven viuda custodiada hasta el encierro por sus hermanos, don Juan (Joaquín Notario) y don Luis (David Boceta). Como dice Álvaro Tato, es una gran dramaturga, pues en busca del amor urde una intriga tan arriesgada como juguetona, y hace bailar a todos en su danza. Tato lo clava en una frase: “de viuda endeudada a vida enduendada”. Marta Poveda encarna a una Ángela deliciosa, apasionada y divertidísima, óptimamente secundada en todas sus aventuras por su prima doña Beatriz (Nuria Gallardo) y la criada Isabel (Cecilia Solaguren), que detona la vía de escape. En la crítica de El perro del hortelano escribí: “Poveda y Castejón sirven aquí sus mejores trabajos”. Era cierto entonces, pero aquí han ido a más: siguen siendo reyes de la comedia y al mismo tiempo arden a fuego lento, con gran delicadeza. Ambos se enamoran a la romántica usanza, por puro flechazo. Y nada mejor, parece decirnos Calderón, que jugar a dama fantasma (ya verán cómo) para conocer al galán entrevisto. Fascinante doña Ángela y conmovedor don Manuel, a quien su extrema racionalidad le despista de ver lo palmario, y el subconsciente le guía con más fuerza hacia el torbellino. Jugando a esos puentes que tanto me gustan, el don Manuel de Rafa Castejón, casi británico, tímido y flemático, pero capaz de lanzarse y batirse cuando el empeño lo exige, me hace pensar en el suave humor, la mezcla de fragilidad e hidalguía del joven Jaime Blanch. Y contemplo, genuflexo, a Marta Poveda (no puedes dejar de mirarla, incluso cuando va afantasmada de blanco o encapuchada de rojo) y me vuelve la sandunguera inteligencia y el arte de la réplica de la joven Amparo Baró.
Me pido verles algún día como Benedict y Beatrice en Mucho ruido y pocas nueces, aunque Ángela a quien recuerda es a la Rosalinda de Como gusteis. Volviendo a la pulsión romántica: hay dos duos suntuosos. El último, en el que la joven tapada declara su amor al visitante, y antes la no menos preciosa escena en el jardín entre Joaquín Notario y Nuria Gallardo, soberbia “segunda pareja”, donde alcanzan sus respectivas cotas, que ya han sido muy altas a lo largo de la función. Don Juan (Notario) y don Luis (David Boceta), los hermanos guardianes, no son celadores de manual obsesionados por el honor: de acuerdo que quieren tener a doña Ángela a cal y canto, pero de poco les sirve ante su ingenio. A don Juan acaba redimiéndole su ingenuidad y su pasión, y Boceta dibuja con todas sus capas al hermano menor, solitario, noble, impetuoso y atormentado.
Álvaro de Juan es un desbordante Cosme, el gracioso trémulo y supersticiosísimo, un patrón de cómico al que resucitaría Jardiel en Los habitantes de la casa deshabitada. Muy bien, en sus breves papeles, Rosa Zaragoza (Clara) y Paco Rojas (Rodrigo). Y la bella selección musical de Ignacio García, entre el minué y el belcanto, y las coreografías, leves e irónicas, de Nuria Castejón. Horacio Ortheguy vinculaba el montaje de Helena Pimenta con el arte sutil y refinado del gran José Luis Alonso: me parece acertadísimo.
La dama duende, estrenada el pasado festival de Almagro, está triunfando en la Comedia, y luego girará por media España. No se la pierdan. (Por cierto: ¿para cuando en Cataluña?).