miércoles, 18 de marzo de 2015

EL QUIJOTE 39. ¿SERÁ CERVANTES?

No está garantizado al cien por cien que los restos hallados sean de Miguel de Cervantes Saavedra porque falta la prueba de ADN, pero “es posible” que “algunos fragmentos” de huesos hallados en la iglesia de las Trinitarias, de Madrid, sean del autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Esa es la conclusión a la que ha llegado Francisco Etxeberria, forense y director del equipo de 36 expertos, “a la vista de toda la información generada en el caso del carácter histórico, arqueológico y antropológico”.

Los restos de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616) se encontrarían fragmentados y mezclados con los de otros 16 difuntos, incluida su esposa, en una sepultura situada en el extremo del suelo de la cripta del convento madrileño, en el barrio de Las Letras. Los huesos, pertenecientes a seis hombres, cinco mujeres y seis niños, fueron reunidos en un enterramiento situado a 1,35 metros de profundidad en torno a 1730, un siglo después de la muerte del escritor. Tal reducción de restos obedeció al traslado entre 1673 y 1698 de la iglesia primitiva a otra de nueva construcción, ambas dentro del perímetro conventual. Los vestigios óseos más atribuibles a Cervantes son los de cuatro adultos, concretamente una mandíbula que registra caídas de piezas ante mortem, como escribiera el propio autor del Persiles días antes de morir.

“No lo hemos podido resolver con certeza absoluta y por eso somos prudentes. Estamos convencidos de que tenemos algo”, asegura Etxeberria. Los datos fueron revelados ayer por responsables del equipo científico interdisciplinar. La sede del Ayuntamiento madrileño acogió la convocatoria, con la presencia de la alcaldesa, Ana Botella.

El hallazgo de los restos mezclados en el suelo de la cripta trinitaria se produjo el pasado 23 de febrero, 10 meses después de que comenzase la investigación. Otro facultativo del equipo destaca que “el enterramiento que alberga los huesos se encuentra en el subsuelo de la cripta, justo en la vertical donde se halla la lápida que, desde el interior del templo conventual, recuerda del enterramiento de Cervantes y su esposa en el monasterio trinitario”. Algunos interrogantes se han resuelto y otros no.


¿Qué dice el acta de defunción de Cervantes?
“Mandóse enterrar en las monjas Trinitarias”.

¿Por qué Cervantes quiso ser enterrado allí?
Lo habría pedido por tres motivos: era vecino del barrio, residía en la calle perpendicular occidental, calle del León, esquina con Francos, hoy Cervantes; se trataba de las monjas protegidas del conde de Lemos, a quien Cervantes dedicó el Quijote; y en el convento estaban su hija natural, Isabel de Saavedra, que asumió el nombre de sor Antonia de San José, al igual que su madre, quien pasó a llamarse Mariana de San José.

¿Por qué se sabía que estaban ahí?
En 1869, la Real Academia de la Lengua, dirigida por Mariano Roca de Togores, marqués de Molins, ordenó una investigación. Tras cuatro sesiones, el director acreditó, el 10 de marzo de 1870, “el gran valor probatorio” de que los restos estaban allí. La historia completa de esta investigación la escribió Molins en una memoria titulada La sepultura de Miguel de Cervantes.

¿Quiénes son las 16 personas que están enterradas con Cervantes?
Los cuerpos fueron inhumados entre 1612 y 1630 de la iglesia primitiva y han sido hallados con desechos de unas prendas litúrgicas (estola, manípula y casulla), además de una moneda de 16 maravedíes de finales de siglo XVII, de la época de Felipe IV, que coincide con la época en que se debieron trasladar los restos. Hay vestigios de un mínimo de cinco niños y un mínimo de diez adultos (cuatro hombres, dos mujeres, dos indeterminados y dos probablemente varones).

¿Por qué tardó tanto esta iniciativa?
Por la necesidad de armonizar los intereses eclesiásticos, políticos y presupuestarios. Esta investigación recibe luz verde del Gobierno regional y del Arzobispado de Madrid, que autorizan al Ayuntamiento la exploración científica a partir de enero de 2014. La primera fase de estudios geofísicos es encargada al geodarradarista Luis Avial, mentor con Fernando Prado del proyecto. La segunda fase la inicia en enero de 2015 el equipo presidido por Francisco Etxeberria.

¿Por qué el forense Francisco Etxeberria, director del equipo, no atribuye de forma clara a Cervantes los restos hallados?

Básicamente, por carecer de elementos de cotejo, como el ADN. Pese a ello, admite que no hay discrepancia alguna entre los historiadores, arqueólogos y antropólogos de su equipo en torno a la localización de los huesos.

¿Por qué no hay pruebas de ADN si se sabe dónde está enterrada una hermana del escritor?
Sor Luisa de Belén Cervantes, hermana menor del autor, que profesó en el convento carmelita y fue priora en tres ocasiones, está enterrada en Alcalá de Henares, en el convento llamado de la Imagen. Etxeberria dice que, según el Ayuntamiento, las monjas afirman que dichos restos están en un osario mezclados con los de otras religiosas. Ello no ha podido ser demostrado, como tampoco que el convento resultara expoliado y destruido durante la Guerra Civil como aseguraban las religiosas. El historiador Francisco Marín Perellón, por su parte, sostiene que el entierro de las monjas, según la regla descalza, era directamente en tierra y con un simple sudario, lo cual aceleraba la erosión de restos.

¿Otra prueba de ADN para contrastar los restos podría hacerse con la hija de Cervantes?
Se podría explorar la posibilidad de encontrar en el convento trinitario los restos de Isabel de Saavedra, hija natural de Cervantes y la actriz Ana Franco, que profesó allí. Sin embargo, esta idea ha sido descartada.


¿Se ha pensado en cotejar el ADN con el panteón de los Saavedra en la catedral de Lugo?
El apellido Saavedra adoptado por Miguel de Cervantes no corresponde al de su madre, Leonor de Cortinas. Se cree que era apellido ancestral de su familia. Se podría hacer con ellos o en distintos linajes sevillanos y cordobeses de ese mismo apellido, ciudades a las que la familia de Cervantes emigró, pero tampoco se ha contemplado.

¿El ataúd con las iniciales M.C. hallado en el arranque de la actual fase de la investigación era de Cervantes?
No. Pertenece a una época muy posterior. Las iniciales con tachuelas pudieron ser añadidas después para fijarlo con el propósito de que durante futuros traslados no se extraviaran sus restos.

¿Por qué la investigación histórico-archivística más sustanciosa se ha acometido en la última fase y no en la primera?
La falta de presupuesto inicial lo impedía, habida cuenta de la cantidad de material a consultar y estudiar: centenares de libros registrales de la parroquia de San Sebastián documentos, legajos, cartas y minutas procedentes del Archivo Histórico Nacional, del Archivo Diocesano de Toledo, de la Biblioteca Nacional, de los duques de Medinaceli, que solo en el último mes y medio ha podido ser cotejados por el historiador Francisco José Marín Perellón.

¿Por qué se ha tardado tanto en disponer de los históricos libros y bitácoras de anotaciones que conservaban las monjas?
Las religiosas de la época temían que, pese a que el convento atravesó cuatro desamortizaciones (1794, 1820, 1836 y 1868) sirvieran documentalmente a las autoridades civiles para exclaustrarlas.

¿Cuánto han costado las dos fases de la investigación?
La primera, 12.000 euros; la segunda, 102.000 euros del presupuesto municipal.

¿Va a haber una tercera fase?
Presumiblemente, sí. En ella se completarán las prácticas de laboratorio que hasta ahora no han podido realizarse extramuros del convento.

¿Por qué los investigadores tuvieron que aceptar un pacto jurado de confidencialidad?
Para evitar la dispersión informativa y unificar su emisión, según Etxeberria.

¿Ha propuesto alguna institución la conversión del convento, total o parcialmente, en un centro cultural dedicado al Siglo de Oro?
Hay conversaciones y tormenta de ideas sobre esta iniciativa, avalada por Jaime Lissavetzky, portavoz municipal del PSOE, y por Ana d’Atri, responsable municipal socialista de Cultura.

¿Contempla el Arzobispado de Madrid esta posibilidad?
Hay una parte del convento contigua a la iglesia que no es propiamente conventual y que podría aprovecharse. Así lo sugiere Jorge López Teulón, sacerdote que supervisa en nombre del Arzobispado la investigación cervantina.

¿Se prevé la apertura de un acceso del público por la calle de Las Huertas a la cripta donde se encuentran los restos atribuibles a Cervantes?
Sí, es una de las ideas que se manejan. En la cripta se instalaría un túmulo y se trazaría un circuito para las visitas, que se prolongaría por las escaleras hasta la iglesia. Una zona del templo contigua a la sacristía, podría ser asimismo habilitada.

¿Ha habido presiones políticas sobre los investigadores?
La demora en la provisión de informaciones ha obedecido “exclusivamente, a la necesidad de completar el examen de los archivos”, según el doctor en Historia Moderna y bibliotecario municipal Francisco José Marín Perellón, responsable de la actuación documental.

¿Se ha pensado en realizar un funeral de Estado ante los restos de Cervantes?

“No corresponde al Ayuntamiento organizarlo”, explica Ana Botella, alcaldesa de Madrid. Y señala para esa opción a otras organismos estatales.

EL QUIJOTE 38. HUESOS

David Trueba, en su artículo de opinión de El País sobre televisión, también analiza la búsqueda de los huesos de Cervantes. Nos parece interesante leerlo aquí:

 La televisión exige siempre que te sumes a la riada. Si hay festejo, esperan la euforia. Si hay drama, cuentan con el dolor colectivo. Por eso tuvo tanta gracia la irrupción del profesor Francisco Rico en Los desayunos de TVE. Faltaban minutos para que se conectara en directo con la rueda de prensa que señalaría si por fin se había dado con los huesos de don Miguel de Cervantes. Todo estaba preparado para el fuego de artificio, hasta que el académico contestó con bastante escepticismo que todo este asunto le parecía una chorrada. Fue tal el grado de estupor que, con paciencia infinita, Francisco Rico trató de explicar que los cadáveres son el detritus de un ser humano y que lo cuenta es la flor de su obra. Y, consciente del grado de anticlímax que había causado, trató de compensar el instante, invitando a leer El Quijote en fragmentos, al azar, sin las imposiciones escolares, y hasta aseguró que, si encontraban por fin los restos óseos, él mismo llevaría flores ante la urna. Pero, vamos, esto último lo dijo más por no desanimar del todo a los que le convocaban.

La idea de que encontrar los huesos de Cervantes provocará una fuerte llegada de divisas a la capital en forma de turismo, planeaba por todas las referencias oficiales al asunto. La curiosidad por dar con el cadáver del español más inmortal provocó el interés general. Saciado un poco a medias y algo húmedas las tracas celebratorias, nos queda un maravilloso instante de necrocultura, esa afición tan española a celebrar al autor muerto, porque de este modo no puede resultar ya incómodo para nadie.


Pero el día había amanecido triste de verdad. La irónica irrupción de Francisco Rico ayudó a sobrellevarlo. Pero en la mañana supimos que había muerto Juan Claudio Cifuentes, Cifu, uno de esos esforzados divulgadores de cultura, cuyos programas de jazz, siempre entre amigos, fueron un referente en la tele y la radio públicas. Cuando le dieron la Medalla de Bellas Artes se permitió afirmar que la recogía con la esperanza de que sirviera para ayudar a los músicos de jazz en nuestro país. Locales, conciertos, disqueras, emisoras, programas, escuelas, todo eso es necesario para que mañana tengamos algún hueso que buscar con orgullo patriótico.

EL QUIJOTE 37. LA HUESA

 El profesor Francisco Rico nos hace pensar en El País sobre todo este jaleo de los huesos de Cervantes



“De aquí sacarán mis huesos, cuando el cielo sea servido que me descubran, mondos, blancos y raídos, y los de mi buen rucio con ellos, por donde quizá se echará de ver quién somos...” (Quijote,II, 55).

Así se lamentaba Sancho Panza, caído en una honda sima, de vuelta de Barataria. La palabra clave es quizá. En contradicción con algunos titulares, los probos estudiosos que han hurgado de arriba abajo las criptas de las Trinitarias no dicen que hayan encontrado los restos del novelista: dicen que es lícito pensar que se cuentan entre otros que han descartado como tales. (Ni una palabra sobre Catalina de Salazar). Quizá.

Quien primero se propuso rescatarlos, para transferirlos a una catedral o acomodo solemne, fue José I, y ciertamente no en un sueño etílico: ordenó abrir una “información científica”, con dos médicos y un arquitecto. Como sabía Sancho,

“los cuerpos de los santos... los reyes besan los pedazos de sus huesos, adornan y enriquecen con ellos sus oratorios y sus más preciados altares” (II, 8).

 Pero antes de la Ilustración solo los sepulcros de los poderosos podían convertirse en lugares de la memoria.

A la penuria en que murió quiso sumar Cervantes la ejemplaridad y la modestia cristianas, haciéndose amortajar con el hábito de la Orden Tercera (la seglar) de San Francisco, para ir “a la eterna vida / con la cara descubierta” (Francisco de Urbina, 1617). Pero ya otro admirador y amigo azucaraba la humilde realidad imaginándolo inhumado en “mármol breve” o “urna funesta, si no excelsa pira”.

En verdad, ni urna ni leches. Como filólogo, me importa, y llevo años en ello, recuperar el texto del Quijote (o de cualquier otro libro) de acuerdo con la última voluntad del autor. Como prójimo, opino que lo más justo es respetar en otros aspectos la que fue también su última voluntad.

Creo que fue don Antonio Maura quien primero habló de la “tumba difusa” que es el convento de las Trinitarias. ¿Qué mejor tumba que todo un templo? Ayúdese a mantenerlo en el mejor estado y a agradecer la devoción de las buenas monjitas. Pónganse si se quiere en un sarcófago común los misceláneos restos elegidos. Cúmplase la voluntad de Miguel como él quería que se dejara

“reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de Don Quijote, y no se le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a otra parte, ‘haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace” (II, 75).

EL QUIJOTE 36. CERVANTES: CERVANTINO SIEMPRE


EL QUIJOTE 35. LOS HUESOS DE CERVANTES NO SON HUESOS DE SANTO

En el editorial informal de El País, El Acento,  leemos hoy sobre esta historia de la búsqueda de los huesos de Cervantes

Hay asuntos sobre los que nunca se termina de hacer la luz y quedan sometidos por los siglos de los siglos a la reivindicación y a la especulación. Por eso se comprenden, hasta cierto punto, los esfuerzos técnicos y económicos desplegados para dar con los rastros óseos de Miguel de Cervantes. Lo que hace dudar de todo este asunto es que la indagación se ha llevado a cabo con aires de serie televisiva a lo CSI, uso de georradares, exámenes de huesos de numerosos cadáveres y mucho análisis histórico, arqueológico y antropológico —por falta de prueba de ADN—, todo bien adobado de publicidad.

Tras meses de búsqueda en el laberinto de túneles, pasadizos y grutas del convento madrileño de las Trinitarias, ayer se hizo una puesta en escena con la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, a quien le viene estupendamente culminar su grisáceo mandato con el hallazgo indubitado de los restos del más insigne de los escritores en lengua española. Sobre todo en vísperas del 400º aniversario de la muerte del autor de El Quijote el año que viene.

Y sí, se han encontrado unos restos que parecen los de don Miguel. Es posible que la mandíbula, y trozos de los brazos y de la cadera sean efectivamente los del auténtico Cervantes. Los investigadores creen tener algo, pero, con lógica prudencia, advierten de que no pueden probarlo. Mucho dinero de las Administraciones madrileñas se ha invertido en esta empresa que, si se reconduce con astucia, todavía podría convertirse en un atractivo turístico más de Madrid y, por tanto, en una fuente de ingresos nada despreciable.

En el mundo de la cultura no se estima tanto este despliegue. Al cervantista Francisco Rico todo esto le parece “una tontería” y cree más útil la próxima edición de El Quijote para contribuir a que los libros “no solo se vendan, sino que se lean”. José Manuel Caballero Bonald ha sido lapidario: “Hay que hacerle justicia a Cervantes, no a sus restos” , tanto como Soledad Puértolas: “Me importa más su obra que sus huesos”.

Ciertamente, lo más útil —aunque dé menos dinero— es su lectura.