sábado, 21 de marzo de 2015
miércoles, 18 de marzo de 2015
EL QUIJOTE 39. ¿SERÁ CERVANTES?
No está garantizado al cien por cien que
los restos hallados sean de Miguel de
Cervantes Saavedra porque falta la prueba de ADN, pero “es posible” que
“algunos fragmentos” de huesos hallados en la iglesia de las Trinitarias, de
Madrid, sean del autor de El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Esa es la conclusión
a la que ha llegado Francisco Etxeberria,
forense y director del equipo de 36 expertos, “a la vista de toda la
información generada en el caso del carácter histórico, arqueológico y
antropológico”.
Los restos de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616) se
encontrarían fragmentados y mezclados con los de otros 16 difuntos, incluida su esposa, en una sepultura situada en el
extremo del suelo de la cripta del convento madrileño, en el barrio de Las Letras.
Los huesos, pertenecientes a seis hombres, cinco mujeres y seis niños, fueron
reunidos en un enterramiento situado a 1,35 metros de profundidad en torno a
1730, un siglo después de la muerte del escritor. Tal reducción de restos
obedeció al traslado entre 1673 y 1698 de la iglesia primitiva a otra de nueva
construcción, ambas dentro del perímetro conventual. Los vestigios óseos más
atribuibles a Cervantes son los de
cuatro adultos, concretamente una mandíbula que registra caídas de piezas ante
mortem, como escribiera el propio autor del Persiles días antes de morir.
“No lo hemos podido resolver con certeza
absoluta y por eso somos prudentes. Estamos convencidos de que tenemos algo”,
asegura Etxeberria. Los datos fueron
revelados ayer por responsables del equipo científico interdisciplinar. La sede
del Ayuntamiento madrileño acogió la convocatoria, con la presencia de la
alcaldesa, Ana Botella.
El hallazgo de los restos mezclados en el
suelo de la cripta trinitaria se produjo el pasado 23 de febrero, 10 meses
después de que comenzase la investigación. Otro facultativo del equipo destaca
que “el enterramiento que alberga los huesos se encuentra en el subsuelo de la
cripta, justo en la vertical donde se halla la lápida que, desde el interior
del templo conventual, recuerda del enterramiento de Cervantes y su esposa en
el monasterio trinitario”. Algunos interrogantes se han resuelto y otros no.
¿Qué dice el acta de defunción de
Cervantes?
“Mandóse
enterrar en las monjas Trinitarias”.
¿Por qué Cervantes quiso ser enterrado
allí?
Lo habría pedido por tres motivos: era
vecino del barrio, residía en la calle perpendicular occidental, calle del
León, esquina con Francos, hoy Cervantes; se trataba de las monjas protegidas
del conde de Lemos, a quien Cervantes dedicó el Quijote; y en el convento estaban su hija natural, Isabel de Saavedra, que asumió el
nombre de sor Antonia de San José,
al igual que su madre, quien pasó a llamarse Mariana de San José.
¿Por qué se sabía que estaban ahí?
En 1869, la Real Academia de la Lengua, dirigida por Mariano Roca de Togores, marqués
de Molins, ordenó una investigación. Tras cuatro sesiones, el director
acreditó, el 10 de marzo de 1870, “el gran valor probatorio” de que los restos
estaban allí. La historia completa de esta investigación la escribió Molins en una memoria titulada La sepultura de Miguel de Cervantes.
¿Quiénes son las 16 personas que están
enterradas con Cervantes?
Los cuerpos fueron inhumados entre 1612 y
1630 de la iglesia primitiva y han sido hallados con desechos de unas prendas
litúrgicas (estola, manípula y casulla), además de una moneda de 16 maravedíes
de finales de siglo XVII, de la época de Felipe
IV, que coincide con la época en que se debieron trasladar los restos. Hay
vestigios de un mínimo de cinco niños y un mínimo de diez adultos (cuatro
hombres, dos mujeres, dos indeterminados y dos probablemente varones).
¿Por qué tardó tanto esta iniciativa?
Por la necesidad de armonizar los intereses
eclesiásticos, políticos y presupuestarios. Esta investigación recibe luz verde
del Gobierno regional y del Arzobispado de Madrid, que autorizan al
Ayuntamiento la exploración científica a partir de enero de 2014. La primera
fase de estudios geofísicos es encargada al geodarradarista Luis Avial, mentor con Fernando Prado del proyecto. La segunda
fase la inicia en enero de 2015 el equipo presidido por Francisco Etxeberria.
¿Por qué el forense Francisco Etxeberria,
director del equipo, no atribuye de forma clara a Cervantes los restos
hallados?
Básicamente, por carecer de elementos de
cotejo, como el ADN. Pese a ello, admite que no hay discrepancia alguna entre
los historiadores, arqueólogos y antropólogos de su equipo en torno a la
localización de los huesos.
¿Por qué no hay pruebas de ADN si se
sabe dónde está enterrada una hermana del escritor?
Sor Luisa de Belén Cervantes, hermana menor del autor, que profesó en
el convento carmelita y fue priora en tres ocasiones, está enterrada en Alcalá
de Henares, en el convento llamado de la Imagen.
Etxeberria dice que, según el
Ayuntamiento, las monjas afirman que dichos restos están en un osario mezclados
con los de otras religiosas. Ello no ha podido ser demostrado, como tampoco que
el convento resultara expoliado y destruido durante la Guerra Civil como
aseguraban las religiosas. El historiador Francisco
Marín Perellón, por su parte, sostiene que el entierro de las monjas, según
la regla descalza, era directamente en tierra y con un simple sudario, lo cual
aceleraba la erosión de restos.
¿Otra prueba de ADN para contrastar los
restos podría hacerse con la hija de Cervantes?
Se podría explorar la posibilidad
de encontrar en el convento trinitario los restos de Isabel de Saavedra, hija natural de Cervantes y la actriz Ana
Franco, que profesó allí. Sin embargo, esta idea ha sido descartada.
¿Se ha pensado en cotejar el ADN con el
panteón de los Saavedra en la catedral de Lugo?
El apellido Saavedra adoptado por Miguel
de Cervantes no corresponde al de su madre, Leonor de Cortinas. Se cree que era apellido ancestral de su familia.
Se podría hacer con ellos o en distintos linajes sevillanos y cordobeses de ese
mismo apellido, ciudades a las que la familia de Cervantes emigró, pero tampoco se ha contemplado.
¿El ataúd con las iniciales M.C. hallado en
el arranque de la actual fase de la investigación era de Cervantes?
No. Pertenece a una época muy posterior.
Las iniciales con tachuelas pudieron ser añadidas después para fijarlo con el
propósito de que durante futuros traslados no se extraviaran sus restos.
¿Por qué la investigación
histórico-archivística más sustanciosa se ha acometido en la última fase y no
en la primera?
La falta de presupuesto inicial lo impedía,
habida cuenta de la cantidad de material a consultar y estudiar: centenares de
libros registrales de la parroquia de San
Sebastián documentos, legajos, cartas y minutas procedentes del Archivo Histórico Nacional, del Archivo Diocesano de Toledo, de la Biblioteca Nacional, de los duques de Medinaceli, que solo en el
último mes y medio ha podido ser cotejados por el historiador Francisco José Marín Perellón.
¿Por qué se ha tardado tanto en disponer de
los históricos libros y bitácoras de anotaciones que conservaban las monjas?
Las religiosas de la época temían que, pese
a que el convento atravesó cuatro desamortizaciones (1794, 1820, 1836 y 1868)
sirvieran documentalmente a las autoridades civiles para exclaustrarlas.
¿Cuánto han costado las dos fases de la
investigación?
La primera, 12.000 euros; la segunda,
102.000 euros del presupuesto municipal.
¿Va a haber una tercera fase?
Presumiblemente, sí. En ella se completarán
las prácticas de laboratorio que hasta ahora no han podido realizarse
extramuros del convento.
¿Por qué los investigadores tuvieron que
aceptar un pacto jurado de confidencialidad?
Para evitar la dispersión informativa y
unificar su emisión, según Etxeberria.
¿Ha propuesto alguna institución la
conversión del convento, total o parcialmente, en un centro cultural dedicado
al Siglo de Oro?
Hay conversaciones y tormenta de ideas
sobre esta iniciativa, avalada por Jaime
Lissavetzky, portavoz municipal del PSOE,
y por Ana d’Atri, responsable
municipal socialista de Cultura.
¿Contempla el Arzobispado de Madrid esta
posibilidad?
Hay una parte del convento contigua a la
iglesia que no es propiamente conventual y que podría aprovecharse. Así lo
sugiere Jorge López Teulón,
sacerdote que supervisa en nombre del Arzobispado
la investigación cervantina.
¿Se prevé la apertura de un acceso del
público por la calle de Las Huertas a la cripta donde se encuentran los restos
atribuibles a Cervantes?
Sí, es una de las ideas que se manejan. En
la cripta se instalaría un túmulo y se trazaría un circuito para las visitas,
que se prolongaría por las escaleras hasta la iglesia. Una zona del templo
contigua a la sacristía, podría ser asimismo habilitada.
¿Ha habido presiones políticas sobre los
investigadores?
La demora en la provisión de informaciones
ha obedecido “exclusivamente, a la necesidad de completar el examen de los
archivos”, según el doctor en Historia Moderna y bibliotecario municipal Francisco José Marín Perellón,
responsable de la actuación documental.
¿Se ha pensado en realizar un funeral de
Estado ante los restos de Cervantes?
“No corresponde al Ayuntamiento
organizarlo”, explica Ana Botella,
alcaldesa de Madrid. Y señala para esa opción a otras organismos estatales.
EL QUIJOTE 38. HUESOS
David Trueba, en su artículo de opinión de El País sobre televisión, también analiza la búsqueda de los huesos
de Cervantes. Nos parece interesante
leerlo aquí:
La
televisión exige siempre que te sumes a la riada. Si hay festejo, esperan la
euforia. Si hay drama, cuentan con el dolor colectivo. Por eso tuvo tanta
gracia la irrupción del profesor Francisco
Rico en Los desayunos de TVE.
Faltaban minutos para que se conectara en directo con la rueda de prensa que
señalaría si por fin se había dado con los huesos de don Miguel de Cervantes. Todo estaba preparado para el fuego de
artificio, hasta que el académico contestó con bastante escepticismo que todo
este asunto le parecía una chorrada. Fue tal el grado de estupor que, con
paciencia infinita, Francisco Rico
trató de explicar que los cadáveres son el detritus de un ser humano y que lo
cuenta es la flor de su obra. Y, consciente del grado de anticlímax que había
causado, trató de compensar el instante, invitando a leer El Quijote en fragmentos, al azar, sin las imposiciones
escolares, y hasta aseguró que, si encontraban por fin los restos óseos, él
mismo llevaría flores ante la urna. Pero, vamos, esto último lo dijo más por no
desanimar del todo a los que le convocaban.
La idea de que encontrar los huesos de Cervantes provocará una fuerte llegada
de divisas a la capital en forma de turismo, planeaba por todas las referencias
oficiales al asunto. La curiosidad por dar con el cadáver del español más
inmortal provocó el interés general. Saciado un poco a medias y algo húmedas
las tracas celebratorias, nos queda un maravilloso instante de necrocultura,
esa afición tan española a celebrar al autor muerto, porque de este modo no
puede resultar ya incómodo para nadie.
Pero el día había amanecido triste de
verdad. La irónica irrupción de Francisco
Rico ayudó a sobrellevarlo. Pero en la mañana supimos que había muerto Juan Claudio Cifuentes, Cifu, uno de esos
esforzados divulgadores de cultura, cuyos programas de jazz, siempre entre
amigos, fueron un referente en la tele y la radio públicas. Cuando le dieron la
Medalla de Bellas Artes se permitió
afirmar que la recogía con la esperanza de que sirviera para ayudar a los
músicos de jazz en nuestro país. Locales, conciertos, disqueras, emisoras,
programas, escuelas, todo eso es necesario para que mañana tengamos algún hueso
que buscar con orgullo patriótico.
EL QUIJOTE 37. LA HUESA
“De aquí sacarán
mis huesos, cuando el cielo sea servido que me descubran, mondos, blancos y
raídos, y los de mi buen rucio con ellos, por donde quizá se echará de ver
quién somos...” (Quijote,II, 55).
Así se lamentaba Sancho Panza, caído en una honda sima, de vuelta de Barataria. La palabra clave es quizá. En
contradicción con algunos titulares, los probos
estudiosos que han hurgado de arriba abajo las criptas de las Trinitarias no dicen que hayan encontrado los restos del novelista:
dicen que es lícito pensar que se cuentan entre otros que han descartado como
tales. (Ni una palabra sobre Catalina de
Salazar). Quizá.
Quien primero se propuso rescatarlos, para
transferirlos a una catedral o acomodo solemne, fue José I, y ciertamente no en un sueño etílico: ordenó abrir una “información científica”, con dos
médicos y un arquitecto. Como sabía Sancho,
“los cuerpos de
los santos... los reyes besan los pedazos de sus huesos, adornan y enriquecen
con ellos sus oratorios y sus más preciados altares” (II, 8).
Pero
antes de la Ilustración solo los
sepulcros de los poderosos podían convertirse en lugares de la memoria.
A la penuria en que murió quiso sumar Cervantes la ejemplaridad y la modestia
cristianas, haciéndose amortajar con el hábito de la Orden Tercera (la seglar) de
San Francisco, para ir “a la eterna
vida / con la cara descubierta” (Francisco
de Urbina, 1617). Pero ya otro admirador y amigo azucaraba la humilde
realidad imaginándolo inhumado en “mármol breve” o “urna funesta, si no excelsa
pira”.
En verdad, ni urna ni leches. Como
filólogo, me importa, y llevo años en ello, recuperar el texto del Quijote (o de cualquier otro
libro) de acuerdo con la última voluntad del autor. Como prójimo, opino que lo
más justo es respetar en otros aspectos la que fue también su última voluntad.
Creo que fue don Antonio Maura quien primero habló de la “tumba difusa” que es el convento de las Trinitarias. ¿Qué mejor tumba que todo un templo? Ayúdese a
mantenerlo en el mejor estado y a agradecer la devoción de las buenas monjitas.
Pónganse si se quiere en un sarcófago común los misceláneos restos elegidos.
Cúmplase la voluntad de Miguel como
él quería que se dejara
“reposar en la
sepultura los cansados y ya podridos huesos de Don Quijote, y no se le quiera
llevar, contra todos los fueros de la muerte, a otra parte, ‘haciéndole salir
de la fuesa donde real y verdaderamente yace” (II, 75).
EL QUIJOTE 35. LOS HUESOS DE CERVANTES NO SON HUESOS DE SANTO
En el editorial informal de El País, El Acento, leemos hoy sobre esta historia de la búsqueda de los huesos de Cervantes:
Hay asuntos sobre los que nunca se termina
de hacer la luz y quedan sometidos por los siglos de los siglos a la
reivindicación y a la especulación. Por eso se comprenden, hasta cierto punto,
los esfuerzos técnicos y económicos desplegados para dar con los rastros óseos
de Miguel de Cervantes. Lo que hace
dudar de todo este asunto es que la indagación se ha llevado a cabo con aires
de serie televisiva a lo CSI, uso de georradares, exámenes de huesos de
numerosos cadáveres y mucho análisis histórico, arqueológico y antropológico
—por falta de prueba de ADN—, todo bien adobado de publicidad.
Tras meses de búsqueda en el laberinto de
túneles, pasadizos y grutas del convento madrileño de las Trinitarias, ayer se hizo una puesta en escena con la alcaldesa de
Madrid, Ana Botella, a quien le
viene estupendamente culminar su grisáceo mandato con el hallazgo indubitado de
los restos del más insigne de los escritores en lengua española. Sobre todo en
vísperas del 400º aniversario de la muerte del autor de El Quijote el año que viene.
Y sí, se han encontrado unos restos que parecen
los de don Miguel. Es posible
que la mandíbula, y trozos de los brazos y de la cadera sean efectivamente los
del auténtico Cervantes. Los
investigadores creen tener algo,
pero, con lógica prudencia, advierten de que no pueden probarlo. Mucho dinero
de las Administraciones madrileñas se ha invertido en esta empresa que, si se
reconduce con astucia, todavía podría convertirse en un atractivo turístico más
de Madrid y, por tanto, en una fuente de ingresos nada despreciable.
En el mundo de la cultura no se estima
tanto este despliegue. Al cervantista Francisco
Rico todo esto le parece “una
tontería” y cree más útil la próxima edición de El Quijote para contribuir a que los libros “no solo se vendan, sino que se lean”. José Manuel Caballero Bonald ha sido
lapidario: “Hay que hacerle justicia a
Cervantes, no a sus restos” , tanto como Soledad Puértolas: “Me
importa más su obra que sus huesos”.
Ciertamente, lo más útil —aunque dé menos
dinero— es su lectura.
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