El hidalgo
El hidalgo de sangre, también llamado escudero o infanzón, era aquel a quien la nobleza le venía por descender de quienes habían disfrutado de ella desde tiempo inmemorial. El que ha litigado por su hidalguía y ha probado ser hidalgo de sangre era reconocido como hidalgo de ejecutoria. Hidalgo de solar conocido era el hidalgo que tenía casa solariega, o que desciende de una familia hidalga que la tiene o la ha tenido. Para ser reconocido como hidalgo solariego, era necesario justificar que los cuatro abuelos habían sido a su vez hidalgos. Los hidalgos de privilegio eran tratados de manera despectiva en muchas ocasiones por los de sangre, y se les apartaba de los actos sociales y de participar en hermandades. Estos eran los recién nombrados por algún servicio o tarea y muchos de los que estudiaban en las universidades.
El hidalgo de sangre, también llamado escudero o infanzón, era aquel a quien la nobleza le venía por descender de quienes habían disfrutado de ella desde tiempo inmemorial. El que ha litigado por su hidalguía y ha probado ser hidalgo de sangre era reconocido como hidalgo de ejecutoria. Hidalgo de solar conocido era el hidalgo que tenía casa solariega, o que desciende de una familia hidalga que la tiene o la ha tenido. Para ser reconocido como hidalgo solariego, era necesario justificar que los cuatro abuelos habían sido a su vez hidalgos. Los hidalgos de privilegio eran tratados de manera despectiva en muchas ocasiones por los de sangre, y se les apartaba de los actos sociales y de participar en hermandades. Estos eran los recién nombrados por algún servicio o tarea y muchos de los que estudiaban en las universidades.
La
hidalguía de privilegio no llevaba aparejada automáticamente la
hidalguía de sangre, ya que "el Rey puede fazer cavalleros mas
non fidalgos" y era preciso el paso de tres generaciones que
pudiesen acreditar la asunción del more
nobilium desde
el otorgamiento del privilegio para que al "hijo de padre y
abuelo" se le reconociese la hidalguía. Aquel que podía probar
que sus abuelos paternos y maternos eran hidalgos (de cualquier
clase) era denominado hidalgo
de cuatro costados.
Otras
clases de hidalguía hacían referencia a costumbres o fueros
específicos otorgados generalmente por la realeza: así, por nacer
en determinados lugares: por ejemplo, la madre que paría sobre una
determinada piedra del municipio aragonés deCaspe,
adquiría para su hijo la categoría de infanzón, o todos los
nacidos desde principios del siglo XIV en determinados señoríos
vascos eran reconocidos como hidalgos según Fuero de Castilla por el
privilegio de hidalguía
universal,
o el padre que engendraba en legítimo matrimonio siete hijos varones
consecutivos adquiría para sí el derecho de hidalguía (era
llamado hidalgo
de bragueta).
Por último, los hidalgos
de gotera eran
los hidalgos reconocidos como tales en un pueblo determinado, de modo
que perdían los privilegios de su hidalguía si cambiaban de
domicilio trasladándose a otro pueblo distinto.
Esos
privilegios diferenciados también servían para clasificar a
diferentes tipos de hidalgos: en Castilla,
los hidalgos
de devengar quinientos sueldos eran
los que por fuero inmemorial tenían derecho a cobrar 500 sueldos
como satisfacción de las injurias que se les hacían, en lo que
parece ser una reminiscencia del antiguo derecho
visigodo a
recibir compensaciones económicas por no aplicar la Ley
del Talión.
Esta
condición social llevaba aparejados ciertos deberes y privilegios.
Era su obligación mantener caballo y armas, así como recibir
periódicamente preparación militar, a fin de acudir a la guerra en
el momento en el que el Rey le llamase. Como contrapartida, entre
otros privilegios, estaba exento de pago de ciertos tributos.
El contenido de los deberes y obligaciones de los hidalgos en España
fue variando a lo largo de los siglos. Sus pleitos se dirimían ante
el alcalde de los hijosdalgo que existía en cada uno de los
ayuntamientos españoles donde se diese la división de estados (la
mayoría) y en segunda instancia, en las Salas de los Hijosdalgo de
las Reales
Chancillerías de Valladolid y Granada,
la Real
Audiencia de Oviedo y
otros tribunales. Con el paso del tiempo se fue transforma2ndo
su régimen jurídico hasta la completa abolición de sus privilegios
con el advenimiento del liberalismo en el primer tercio del siglo
XIX.
Esto, no obstante, no supuso la abolición de la nobleza.
La
descripción que se hace del Don Quijote como “un hidalgo de los
de …” es muestra de los hidalgos rurales con pocos medios de
fortuna (por debajo, pues, de los caballeros, hidalgos ricos y con
derecho a usar l don) y sin otra ocupación que mantenerse ociosos,
para no decaer al estado de los pecheros perdiendo los contados
privilegios que aún contaban, como la exención de muchos impuestos.
Para
que esta nueva situación se produzca, el personaje ha nacido en un
lugar cercano, en un tiempo memorable. Y lo mismo parece que sucede
con el resto de los personajes, que parece que han sido tomados de la
realidad.
Vive en
la aldea. No se pretende averiguar ni su nombre, ni su tamaño.
Seguramente no se diferenciará mucho de las aldeas manchegas que vio
Azorín.
Allí, cuando nos sentimos asfixiados por el ambiente, tomamos un
tren y nos vamos a la capital. “A la corte” se decía entonces; y
a la corte emigraban. También tenían la salida de la milicia, la
iglesia o las Indias. El hambre ayudaba a tomar la decisión. Pero
este hidalgo no pasaba hambre. La idea de gloria la descubrió con
sus lecturas. Buscar la gloria por la acción en aquella ´poca ya no
se le ocurría a nadie. A Hernán
Cortes,
que era un humanista, en tiempos del Emperador, le interesaba la
gloria; a su pariente Francisco
de Pizarro,
que era un analfabeto, le movía el interés. ¿Por qué cuando las
trompetas en la plaza del pueblo reclamaban voluntarios para combatir
al luteranismo, o soldados contra el otomano no cogió las armas? A
lo mejor porque su pecunia le alcanzaba para ir tirando Sin embargo
su vida debió ser aburrida, una vida en un pueblo en el que cada día
es igual al siguiente. Y el único remedio contra el aburrimiento es
la enajenación, vivir las vidas de los otros. Si se lee es por eso.
Como todo lector, sustituye su propia vida, su propia acción, por
vidas y acciones de otros., con los que se identifica.
El
narrador dice que en un momento estuvo a punto de meterse a escritor.
¿Por qué no lo hizo? Porque si lo hubiera hecho no habría novela.
A los cincuenta años Don quijote, desde el aposento de los libros,
lo oye pasar cada tarde. Para él está a punto de pasar el último
tranvía. Y sin pesarlo mucho, va y lo toma.
Insistamos
en la idea de escribir libros de caballerías. En concreto dar cima
al inconcluso Don
Belianís:
y
muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de
la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y
aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no
se lo estorbaran.
|
Al
final del Belianís,
se afirma que «el sabio Fristón», supuesto autor de la obra,
había perdido la continuación del original; y Jerónimo
Fernández da «licencia a cualquiera a cuyo poner viniere la otra
parte» para que «la ponga junto con esta» (CL), y Carlos V
llegó a encargar que se escribiera esa «otra parte». Pero no
queda claro cuál es la promesa del
autor
|
El
narrador, así, reconoce en el hidalgo capacidades imaginativas.
Pero lo
que quiere Alonso Quijano, o como se llame, es ser
otro.
Así el
hidalgo de esta novela a lo largo del primer capítulo se nos
presenta como “un loco simpático”. La simpatía es consecuencia
de sus indudables excelentes cualidades morales.
Empezamos
sin saber cómo se llama. El narrador no lo sabe a ciencia cierta, y
los nombres que propone, Quesada o Quijada, no está tampoco seguro.
Más adelante se dice que se llama Alonso Quijano, y más adelante
sabremos su sobrenombre: el Bueno.
En
los
siglos
XVI
y
XVII,
la
esperanza
de
vida
al
nacer
se
situaba
entre
los
veinte
y
los
treinta
años;
entre
quienes
superaban
esa
media,
solo
unos
pocos,
en
torno
al
diez
por
ciento,
morían
después
de
los
sesenta.
En
términos
estadísticos,
pues, Alonso
Quijano está
en
sus
últimos
años,
y
como
«viejo»,
«enfermo»
y
«por
la
edad
agobiado»
lo
ve
su
sobrina
(II,
6,
674).
Era
opinión
común
que
la complexión o
‘constitución
física’
estaba
determinada
por
el
equilibrio
relativo
de
las
cuatro
cualidades
elementales
(seco,
húmedo,
frío
y
caliente),
que,
por
otro
lado,
a
la
par
que
los
cuatro
humores
constitutivos
del
cuerpo
(sangre,
flema,
bilis
amarilla
o
cólera,
y
bilis
negra
o
melancolía),
condicionaban
el
temperamento
o
manera
de
ser.
La
caracterización
tradicional
del
individuo colérico coincidía
fundamentalmente
con
los
datos
físicos
de DQ,
quien,
sobre
ser
enjuto y seco,
tiene
«piernas...
muy
largas
y
flacas»
(I,
35,
416),
es
«amarillo»
(I,
37,
436),
«estirado
y
avellanado
de
miembros»
(II,
14,
736),
y
alardea
de
«la
anchura
...
de
sus
venas»
(I,
43,
508).
A
su
vez,
la
versión
de
la
teoría
de
los
humores
propuesta
en
el Examen
de
ingenios (1575),
de
Juan
Huarte
de
San
Juan,
atribuía
al
colérico
y
meláncólico
unos
rasgos
de
inventiva
y
singularidad
con
paralelos
en
nuestro ingenioso hidalgo.
El
hidalgo vive en un lugar acompañado de un ama y una sobrina. Vaya:
en la soledad. El ama, a sus tareas; la sobrina, a las suyas. Tal
vez por eso en su juventud no se fue a la corte. Cuida de una sobrina
cuya madre murió tal vez en el parto. Él se hizo cargo y eso fue
una carga para toda su vida. Ahora, ya viejo, y a fuerza de sus
lecturas, decide jugara ser caballero andante, decide ser otro.
Y
allí está cazando, preocupado, poco, por su hacienda, leyendo las
novelas de caballerías que caen en sus manos, conversando a veces
con el cura y el barbero de la aldea, siguiendo leyendo cuando llega
a casa, leyendo también por las tardes, y más y más leer. Como
muchos hacen: matando el aburrimiento.
Pero
el narrador dice que
Sí,
la tierra apenas valían nada y los libros eran caros. De sus libros
hablaremos luego.
Gastaba
en
libros.
Como cada uno gastamos en lo que queremos. A veces eso es caro, otras
barato. Pero si podemos, lo hacemos. Para vivir otras vidas. Como
ese
señor
que
ve
películas
y
películas
en
la
televisión
disfrutando
tanto
con
Harry
el
sucio;
como
esa
señora
que
vive
atenta
a
la
vida
de
Belén,
la
mamá
que
quiere
que
su
niña
se
como
el
pollo.
Y
así.
Todos
viviendo
otras
vidas,
no
las
suyas,
porque
las
de
cada
uno
no
valen
nada,
porque
nadie
daría
nada
por
nuestras
vidas
aburridas.
y
muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de
la letra como allí se promete
|
Y
lo hubiera hecho muy bien a tenor de cómo narra en el capítulo XXI,
pues don Quijote hace un perfecto resumen de la trama de una novela
de caballerías: