LA HIJA DE
LORENZO CORCHUELO Y ALDONZA NOGALES
Estamos ahora
en el captulo XXV, que trata de las estrañas
cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de
la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros. Sancho ha de dejar a don
Quijote en Sierra Morena , porque imitando a Amadís de Gaula va a hacer penitencia. Beltenebros es el bello
tenebroso, en provenzal, nombre que asume Amadís cuando, rechazado por Oriana,
que lo cree desleal, se retira a la isla
de la Peña Pobre para hacer penitencia. Don
Quijote, actuando como los escritores de la época (¡Sí, HEMOS DICHO
ESCRITOES!), decide obrar como en el libro, meditando bajo los árboles y
componiendo canciones. A ello se añade la imitación de Orlando, rechazado por Angélica,
acaso guiado por el ejemplo de Cardenio,
desnudo y saltando por el monte: don
Quijote se quedará en camisa y dará volteretas.
Y si Amadís es ahora Beltenebros, él lo será el Caballero
de la Triste Figura. El quiere IMITAR
a Amadís.
Ya hablaremos más adelante del yelmo de Mambrino. Ahora a lo nuestro:
Don Quijote le dice a Sancho que en el cuaderno de Cardenio escribirá dos textos: uno, la
carta de amor para Dulcinea. Otro, la
carta mercantil, el documento por el cual su sobrina ha de librar tres burros, la libranza de pollinos, en
recompensa para Sancho. En el primer
lugar que encuentre a alguien que escriba le ha de mandar que pase los escritos
a papel. Pero qué pasa con la firma?:
—Todo irá inserto —dijo don Quijote—; y sería bueno, ya que
no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de
árboles o en unas tablitas de cera, aunque tan dificultoso será hallarse eso
ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aun
más que bien, escribilla, que es en el librillo de memoria que fue de
Cardenio, y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra,
en el primer lugar que hallares donde haya maestro de escuela de muchachos,
o, si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a
ningún escribano, que hacen letra procesada, que no la entenderá Satanás.
—Pues ¿qué se ha de hacer de la firma? —dijo Sancho.
—Nunca las cartas de Amadís se firman —respondió don
Quijote.
—Está bien —respondió Sancho—, pero la libranza forzosamente
se ha de firmar, y esa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y
quedaréme sin pollinos.
—La libranza irá en el mesmo librillo firmada, que en
viéndola mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla. Y en lo que toca a la
carta de amores, pondrás por firma: «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de
la Triste Figura». Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo
que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer y en toda su vida ha
visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre
platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de
cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la
quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto
cuatro veces, y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado
de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus
padres, Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales, la han criado.
—¡Ta,
ta! —dijo Sancho—. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea
del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
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Releemos:
Porque mis amores y los suyos han sido siempre
platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de
cuando en cuando, que osaría jurar con verdad que en doce años que ha que la
quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he
visto cuatro veces, y aun podría ser que destas cuatro veces no hubiese ella
echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que
sus padres, Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales, la han criado.
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Ahora es cuando descubre Sancho
la verdadera identidad de Dulcinea:
la hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales. Y los amores también
los conocemos: son platónicos,
es decir es un amor que se centra en la
esencia de la Belleza, que don
Quijote ha depositado en una moza, Aldonza
Lorenzo, a la que sólo ha
visto cuatro veces, es decir, unas cuantas veces, y ella a él, tal vez ninguna.
No, claro que no hay
amor real, carnal, sexual, de hombre, Alonso
Quijano, a mujer, Aldonza Lorenzo.
Es el amor de las formas o ideas
eternas, inteligibles, y perfectas. Ella
es sólo la depositaria de ese ideal amoroso platónico que se nos describe en El
banquete.
Pero miremos ahora a Sancho:
—¡Ta,
ta! —dijo Sancho—. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea
del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
—Esa
es —dijo don Quijote—, y es la que merece ser señora de todo el universo.
—Bien
la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más
forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha
y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier
caballero andante o por andar que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué
rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario
del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre,
y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si
estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada
melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo
hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no
solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que con
justo título puede desesperarse y ahorcarse, que nadie habrá que lo sepa que
no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo. Y querría
ya verme en camino, solo por vella, que ha muchos días que no la veo y debe
de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre
al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don
Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia, que pensaba bien
y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien
vuestra merced estaba enamorado.
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Ya sabe quin en REALIDAD Dulcinea:
Aldonza Lorenzo. ¿Cómo es ella realmente?
1.
Tan forzuda como el hombre más forzudo del pueblo pues tira la barra como
ninguno. Este juego rural consiste en arrojar un rejón con puntas afiladas,
unas veces lo más lejos posible, otras a un lugar determinado.
2.
Es hombruna pues tiene pelo en pecho, esto es,
valiente.
3.
Es de complexión fuerte y robusta: su rejo, su voz,
que le permite llamar a los mozos lejanos desde lo alto del campanario.
4.
Dice de ella que es cortesana, que más aquí significa prostituta que la mujer cortés
renacentista.
5.
En nada ha de parecerse a las mujeres de belleza
renacentista de las que antes hablábamos, pues debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las
mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire.
6. Cómo
enviar regalos a una mujer que al tiempo de arrodillarse ante ella, como
princesa, estuviese ella rastrillando lino o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del
presente.
Y ahora viene el cuento
que explica el sentido de que sea Aldonza
Lorenzo la amada de don Quijote:
Has
de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y sobre todo desenfadada,
se enamoró de un mozo motilón, rollizo y de buen tomo; alcanzólo a saber su
mayor, y un día dijo a la buena viuda, por vía de fraternal reprehensión:
«Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan
principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced se haya enamorado de un
hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como fulano, habiendo en esta casa
tantos maestros, tantos presentados y tantos teólogos, en quien vuestra
merced pudiera escoger como entre peras, y decir: Este quiero, aqueste no
quiero». Mas ella le respondió con mucho donaire y desenvoltura: «Vuestra
merced, señor mío, está muy engañado y piensa muy a lo antiguo, si piensa que
yo he escogido mal en fulano por idiota que le parece; pues para lo que yo le
quiero, tanta filosofía sabe y más que Aristóteles».
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Y
concluimos:
Así que, Sancho, por
lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa
de la tierra.
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Para lo que la quiere (tener una enamorada en su imaginación) claro
que vale la machorra de Aldonza Lorenzo,
si al cabo su belleza es sobrehumana, como ya hemos visto.
Y sigue:
Así
que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la
más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas
debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las
tienen. ¿Piensas tú que las Amarilis, las Filis, las Silvias, las Dianas, las
Galateas, las Fílidas y otras tales de que los libros, los romances, las
tiendas de los barberos, los teatros de las comedias están llenos, fueron
verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y
celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen por dar subjeto a
sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor
para serlo. Y, así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza
Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de
ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que
es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si no lo
sabes, que dos cosas solas incitan a amar, más que otras, que son la mucha
hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadamente en
Dulcinea, porque en ser hermosa, ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas
le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así,
sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo, así
en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza
Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas,
griega, bárbara o latina. Y diga cada uno lo que quisiere; que si por esto
fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos.
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Ya se sabe: Dulcinea es sólo el fruto de su imaginación,
una imaginación que CREA la realidad IMITANDO sus modelos.