sábado, 8 de noviembre de 2014

EL QUIJOTE 20. ¿ESA ES LA PRINCESA DE SU PENSAMIENTO?


LA HIJA DE LORENZO CORCHUELO Y ALDONZA NOGALES

Estamos ahora en el captulo XXV, que trata de las estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros. Sancho ha de dejar a don Quijote en Sierra Morena , porque imitando a Amadís de Gaula va a hacer penitencia. Beltenebros es el bello tenebroso, en provenzal, nombre que asume Amadís cuando, rechazado por Oriana, que lo cree desleal, se retira a la isla de la Peña Pobre para hacer penitencia. Don Quijote, actuando como los escritores de la época (¡Sí, HEMOS DICHO ESCRITOES!), decide obrar como en el libro, meditando bajo los árboles y componiendo canciones. A ello se añade la imitación de Orlando, rechazado por Angélica, acaso guiado por el ejemplo de Cardenio, desnudo y saltando por el monte: don Quijote se quedará en camisa y dará volteretas.

Y si Amadís es ahora Beltenebros, él lo será el Caballero de la Triste Figura. El quiere IMITAR a Amadís.

Ya hablaremos más adelante del yelmo de Mambrino. Ahora a lo nuestro:

Don Quijote le dice a Sancho que en el cuaderno de Cardenio escribirá dos textos: uno, la carta de amor para Dulcinea. Otro, la carta mercantil, el documento por el cual su sobrina ha de librar tres burros, la libranza de pollinos, en recompensa para Sancho. En el primer lugar que encuentre a alguien que escriba le ha de mandar que pase los escritos a papel. Pero qué pasa con la firma?:

—Todo irá inserto —dijo don Quijote—; y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles o en unas tablitas de cera, aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aun más que bien, escribilla, que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio, y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares donde haya maestro de escuela de muchachos, o, si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún escribano, que hacen letra procesada, que no la entenderá Satanás.
—Pues ¿qué se ha de hacer de la firma? —dijo Sancho.
—Nunca las cartas de Amadís se firman —respondió don Quijote.
—Está bien —respondió Sancho—, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y esa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y quedaréme sin pollinos.
—La libranza irá en el mesmo librillo firmada, que en viéndola mi sobrina no pondrá dificultad en cumplilla. Y en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura». Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me sé acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cuatro veces, y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales, la han criado.
—¡Ta, ta! —dijo Sancho—. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?


Releemos:

Porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaría jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cuatro veces, y aun podría ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales, la han criado.


Ahora es cuando descubre Sancho la verdadera identidad de Dulcinea: la hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales. Y los amores también los conocemos: son platónicos, es decir es un amor que se centra en la esencia de la Belleza, que don Quijote ha depositado en una moza, Aldonza Lorenzo,  a la que sólo ha visto cuatro veces, es decir, unas cuantas veces, y ella a él, tal vez ninguna.

No,  claro que no hay amor real, carnal, sexual, de hombre, Alonso Quijano, a mujer, Aldonza Lorenzo. Es el amor  de las formas o ideas eternas, inteligibles, y perfectas. Ella es sólo la depositaria de ese ideal amoroso platónico que se nos describe en El banquete.

Pero miremos ahora a Sancho:

—¡Ta, ta! —dijo Sancho—. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
—Esa es —dijo don Quijote—, y es la que merece ser señora de todo el universo.
—Bien la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que con justo título puede desesperarse y ahorcarse, que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo. Y querría ya verme en camino, solo por vella, que ha muchos días que no la veo y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia, que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado.


Ya sabe quin en REALIDAD Dulcinea: Aldonza Lorenzo. ¿Cómo es ella realmente?
1.       Tan forzuda como el hombre más forzudo del pueblo pues tira la barra como ninguno. Este juego rural consiste en arrojar un rejón con puntas afiladas, unas veces lo más lejos posible, otras a un lugar determinado.
2.       Es hombruna pues tiene pelo en pecho, esto es, valiente.
3.       Es de complexión fuerte y robusta: su rejo, su voz, que le permite llamar a los mozos lejanos desde lo alto del campanario.
4.       Dice de ella que es cortesana, que más aquí significa prostituta que la mujer cortés renacentista.
5.       En nada ha de parecerse a las mujeres de belleza renacentista de las que antes hablábamos, pues  debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire.
6.       Cómo enviar regalos a una mujer que al tiempo de arrodillarse ante ella, como princesa, estuviese ella rastrillando lino o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente.

       Y ahora viene el cuento que explica el sentido de que sea Aldonza Lorenzo la amada de don Quijote:

                 Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y sobre todo desenfadada, se enamoró de un mozo motilón, rollizo y de buen tomo; alcanzólo a saber su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por vía de fraternal reprehensión: «Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir: Este quiero, aqueste no quiero». Mas ella le respondió con mucho donaire y desenvoltura: «Vuestra merced, señor mío, está muy engañado y piensa muy a lo antiguo, si piensa que yo he escogido mal en fulano por idiota que le parece; pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe y más que Aristóteles».


  Y concluimos:

Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra.

Para lo que la quiere (tener una enamorada en su imaginación) claro que vale la machorra de Aldonza Lorenzo, si al cabo su belleza es sobrehumana, como ya hemos visto.

Y sigue:

Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amarilis, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Fílidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y, así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de ir a hacer la información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar, más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa, ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griega, bárbara o latina. Y diga cada uno lo que quisiere; que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos.


Ya se sabe: Dulcinea es sólo el fruto de su imaginación, una imaginación que CREA la realidad IMITANDO sus modelos.