Al gran personaje
que fue Miguel le faltó un Cervantes que le
escribiera. Hizo por su rey lo máximo que se podía pedir a un
súbdito en el siglo XVI: jugarse el tipo como espía y jugarse el
talante como recaudador de impuestos. Miguel de Cervantes,
fallecido en 1616 y buscado en el subsuelo de un convento en 2015,
guerreó en batallas navales cuando aún conservaban la épica de los
clásicos, sobrevivió a un largo cautiverio en Argel y tocó una
cima de la literatura universal que, cuatro siglos después, ahí
sigue plantada, viendo otras novelas pasar.
El
recorrido gráfico realista de Prado
se contrapone a las viñetas satíricas creadas por el dibujante
david Rubín (ourensre, 1977),
que ha llevado al cómic El
retablo de las maravillas,
un entremés con visos autobiográficos o, al menos, con pistas sobre
una cierta manera de ver el mundo. “De un modo no explícito hay
temas como la familia, la religión, el ejército o el amor que
retratan su pensamiento”, señala Rubín.
Un entremés que
Cervantes
no llegó a ver representado y que hoy mantiene su vigencia, en
opinión del dibujante. “Hay una crítica muy dura contra el poder
establecido. Más de uno de los que nos gobiernan ahora debería
leerlo”. Rubín,
que ya se sumergió en el pasado en dos tomos de El
héroe,
donde se inspiraba libremente en las 12 pruebas de Heracles,
ha variado su estilo gráfico ligeramente: “Por un lado he
intentado simplificarlo y, por otro, exagero los personajes como en
los cómic de Bruguera.
Me parecía que este toque satírico era lo que más se adaptaba”.
La exposición,
que itinerará por sedes internacionales del Instituto
Cervantes y que cuenta con
un catálogo, coeditado por Astiberri
y Acción Cultural,
incide sobre ese juego entre la ficción de los personajes teatrales
y la realidad del escritor. O lo que se considera realidad, porque ni
siquiera hay certezas sobre su rostro, representado a partir de la
descripción de sí mismo que dejó en las Novelas
Ejemplares. “Su
rostro no se aleja del forjado en el imaginario colectivo, de un
hombre delgado, con nariz aguileña, pero no es un retrato
sacralizado, sino que he tratado de hacerlo desde su propia mirada,
irónica y que rozada el cinismo”, comentó en la presentación
Miguelanxo Prado,
informa Efe.
La muestra, a juicio del autor de Ardelén,
la novela gráfica que recibió el Premio
Nacional de Cómic en 2013,
repara cierto agravio hacia el
escritor, cuya vida quedó sepultada bajo el éxito de su famosa
criatura.