martes, 20 de octubre de 2015

EL QUIJOTE 45. UNA VIDA DE CÓMIC


Al gran personaje que fue Miguel le faltó un Cervantes que le escribiera. Hizo por su rey lo máximo que se podía pedir a un súbdito en el siglo XVI: jugarse el tipo como espía y jugarse el talante como recaudador de impuestos. Miguel de Cervantes, fallecido en 1616 y buscado en el subsuelo de un convento en 2015, guerreó en batallas navales cuando aún conservaban la épica de los clásicos, sobrevivió a un largo cautiverio en Argel y tocó una cima de la literatura universal que, cuatro siglos después, ahí sigue plantada, viendo otras novelas pasar.



El recorrido gráfico realista de Prado se contrapone a las viñetas satíricas creadas por el dibujante david Rubín (ourensre, 1977), que ha llevado al cómic El retablo de las maravillas, un entremés con visos autobiográficos o, al menos, con pistas sobre una cierta manera de ver el mundo. “De un modo no explícito hay temas como la familia, la religión, el ejército o el amor que retratan su pensamiento”, señala Rubín.

Un entremés que Cervantes no llegó a ver representado y que hoy mantiene su vigencia, en opinión del dibujante. “Hay una crítica muy dura contra el poder establecido. Más de uno de los que nos gobiernan ahora debería leerlo”. Rubín, que ya se sumergió en el pasado en dos tomos de El héroe, donde se inspiraba libremente en las 12 pruebas de Heracles, ha variado su estilo gráfico ligeramente: “Por un lado he intentado simplificarlo y, por otro, exagero los personajes como en los cómic de Bruguera. Me parecía que este toque satírico era lo que más se adaptaba”.

La exposición, que itinerará por sedes internacionales del Instituto Cervantes y que cuenta con un catálogo, coeditado por Astiberri y Acción Cultural, incide sobre ese juego entre la ficción de los personajes teatrales y la realidad del escritor. O lo que se considera realidad, porque ni siquiera hay certezas sobre su rostro, representado a partir de la descripción de sí mismo que dejó en las Novelas Ejemplares. “Su rostro no se aleja del forjado en el imaginario colectivo, de un hombre delgado, con nariz aguileña, pero no es un retrato sacralizado, sino que he tratado de hacerlo desde su propia mirada, irónica y que rozada el cinismo”, comentó en la presentación Miguelanxo Prado, informa Efe. La muestra, a juicio del autor de Ardelén, la novela gráfica que recibió el Premio Nacional de Cómic en 2013, repara cierto agravio hacia el escritor, cuya vida quedó sepultada bajo el éxito de su famosa criatura.