En su Sillón
de orejas, que es donde mejor se lee, la columna semanal que Manuel Rodríguez Rivero tiene en El País, encontramos dos notas sobre
dos libros sobre ellos: Cervantes y Shakespeare.
Leamos el libro de Jordi Gracia (Miguel
de Cervantes. La conquista de la ironía, que ha editado Taurus), y también el de Stephen Greenblatt (El espejo de un
hombre, que aparecerá en Debolsillo). Leemos lo que se nos dice
de ellos:
Dos biografías
Pese a la tardía y más bien vergonzante presentación del Año Cervantes, seguimos esperando el
disparo de salida de los fastos del cuarto centenario
A pesar de la tardía y más bien
vergonzante presentación oficial del Año
Cervantes, por aquí todavía seguimos esperando el “gesto trascendente” que pedía el director de la RAE como disparo de salida mediático y
simbólico de los fastos del cuarto centenario de la muerte del que es el primer
escritor de una lengua con 500 millones de hablantes. Quizás, como dijo Javier Cercas, habría que pedirles a
los ingleses que se ocuparan ellos de hacerlo, ya que han demostrado merecer a
sus glorias literarias bastante más que nosotros a las nuestras. De igual modo
que el historiador Jordi Bilbeny
sostiene la catalanidad de Cervantes
con argumentos más bien peregrinos, retomados luego por el periodista Albert Torras para poder incluir a Cervantes en su libro Gais i lesbianes de la història de
Catalunya (Llibres de l’Index,
2009), podríamos inventarnos, para facilitarles el trabajo a los británicos,
una anglicidad de Cervantes
o, al menos, que fue en su isla donde vivió y escribió El Quijote (en inglés, como buen precursor de Conrad) tras ser capturado en 1588,
cuando el desastre de la Invencible.
A lo mejor, hasta podían rodar allí un Cervantes
in love y aspirar al Oscar,
como con la peli de John Madden
(1998). Lo poco que se sabe de Cervantes
ayudaría a pergeñar, manipulando documentos y crónicas, una nueva leyenda. En
todo caso, y aunque se sepa poco, Jordi
Gracia se las arreglado par incorporarse con dignidad, erudición y
entusiasmo a la lista de esforzados biógrafos de quien tan limitados rastros
fehacientes (aparte de su obra) dejó de su peripecia por este mundo
(particularmente de sus últimos años). Su estupendo Miguel de Cervantes (Taurus)
cuenta con esas carencias documentales y con un conocimiento notable de las
fuentes secundarias, y “se detiene aquí o
allí, sospecha, explora y pregunta, pero no ficcionaliza ni fantasea”. El Cervantes que nos presenta Gracia es un personaje a la vez genial
y accesible, humanísimo y capaz de comprender, a partir de una ironía
largamente conquistada, el mundo que le tocó vivir.
La publicación de esta biografía
coincide con la de El espejo de un
hombre (Debolsillo,
inédito), un magnífico retrato biográfico de Shakespeare y de su tiempo a cargo del historiador Stephen Greenblatt, de quien muchos
recuerdan El giro (Crítica, 2012), un magistral ensayo de
historia cultural (Premio Pulitzer
de 2102) acerca del redescubrimiento y difusión en el renacimiento del poema
filosófico (y ateo) De rerum natura,
de Lucrecio. Greenblatt, que como Gracia
tiene que vérselas con un autor excepcional de cuya vida se sabe poco (aún
menos que de Cervantes), también
invoca la imaginación como auxiliar biográfico, preguntándose si en el caso de Shakespeare (pero, añado, también de Cervantes) sentiríamos la necesidad de
explorar su vida si no estuviéramos íntimamente convencidos de que, además de
estar inspiradas en obras de quienes le precedieron, las suyas rebosan de
experiencia vivida o imaginada.
Dos estupendos ensayos biográficos
acerca de sendos genios que nos dejaron hace 400 años y siguen más vivos que
nunca.