Irene Montero, portavoz de Unidos
Podemos en el Parlamento ha utilizado la palabra portavoza para hacer
visibles a las mujeres. Y el escritor Julio Llamazares escribe sobre
esto. Y nosotros lo leemos:
El
tocino y la velocidad
Hay
campos donde la confusión se da con mayor insistencia y uno de ellos es el de
la feminización del idioma alentado por muchas mujeres
Cuando
yo era niño (soy muy mayor) se usaba mucho una expresión para definir la
confusión de ideas, conceptos o simples formulaciones verbales: confundir la
velocidad con el tocino. Hoy, como esa confusión es constante y habitual, ya no
se utiliza, lo que no quiere decir que la superposición entre velocidad y
tocino haya dejado de existir.
Hay
campos donde la confusión se da con mayor insistencia y uno de ellos, al
socaire de la lucha por la igualdad real entre sexos, es el de la feminización del idioma alentado por
muchas mujeres no siempre con acierto pese a lo que crean. Cada poco una salida
de tono sirve para ponerlo en evidencia, incluso es utilizada en su contra
consiguiendo de esa manera lo contrario de lo que pretenden. La última de esas
salidas de tono ha sido la protagonizada por la portavoz de Unidos Podemos en
el Parlamento español Irene Montero al referirse a sí misma como portavoza —cuando en su propio perfil de Twitter se
presenta como "portavoz"— como antes una ministra habló de miembros y miembras
y otra parlamentaria de jóvenas. Está bien que luchen por la
igualdad entre hombres y mujeres, pero no a costa de retorcer el lenguaje, que
no tiene ninguna culpa de su discriminación. En todo caso, la trasluce, por lo
que, retorciéndolo simplemente, la desigualdad no va a dejar de existir.
Como
suele ocurrir con este tema, la polémica ha saltado desde el primer momento.
Las redes sociales se han incendiado y todo el mundo ha comenzado a opinar sin
reparar muchos de los que lo hacen, para qué, en que se trata de una cuestión
de lengua, no visceral y mucho menos de ideología. Por decir portavoza
o conserja
no se es más feminista, de la misma manera que por decir miembro o joven, ya
sea referido a un chico o a una chica, uno no es machista. Pero parece que
mucha gente lo cree así, principalmente determinadas mujeres a las que su
obcecación las lleva a creer que todos los hombres lo somos por definición, por
lo que cualquier objeción a sus argumentos la toman como una agresión. Incluso
cuando la objeción, como en este caso, es de sentido común, pues se trata de
señalar una incorreción lingüística, no de otra cosa: si ya es difícil
feminizar la palabra miembro, que es común en cuanto al género (el masculino o
el femenino lo determina el artículo, no la palabra) mucho más lo será hacerlo
con portavoz, cuyo segundo lexema, voz, es ya femenino por género (¿el
masculino podría ser vozo?).
Siempre
que entro en este jardín, ya sea por voluntad propia como ahora o porque
alguien me pide mi opinión, recuerdo lo que decía Martin Luther King, el gran luchador por los derechos de los
afroamericanos en su país y en el mundo: el peor racista es aquél que me da la
razón cuando no la tengo, pues lo hace porque soy negro.