martes, 15 de septiembre de 2015

CÓMO SE COMUNICAN LOS ANIMALES


Como los perros ladran, los caballos relinchan, los gatos maúllan y los pájaros cantan, y como todos estos sonidos son perfectamente audibles por nosotros concluimos que los animales se comunican. Y es que no hay vida sin comunicación, y que ésta no se limita a las manifestaciones sonoras: el barrenillo (un insecto coleóptero), por ejemplo, se sirve de sustancias olorosas, determinados peces utilizan señales luminosas, las abejas recurren a la danza… incluso los organismos unicelulares se comunican también entre sí. 

De todo esto nos habla Heribert  Schmid (1927) en su libro Cómo se comunican los animales, donde nos explica cómo se aprovechan las posibilidades existentes, qué requisitos han de cumplirse para que los animales puedan emitir, recibir y elaborar señales y qué papel desempeña la comunicación en su vida social y desarrollo posterior. Ahora leeremos el modo que tienen las amebas más simples de comunicarse mediante la acrasina. No lo hacen de modo muy distinto a como se comunican Clara y Javier por medio de sus móviles. Atentos: 

Con un tarro de conservas recogimos una muestra del lodo estancado en un pequeño charco(...). Dejamos reposar el recipiente durante varias horas para que los miles de diminutos organismos contenidos en el fango se calmaran y pudieran adaptarse al nuevo entorno. Para alimentarlos añadimos al agua una o dos gotas de leche condensada y colocamos también algunas plantas acuáticas.

Al día siguiente tomamos una pequeña muestra del lodo, la mezclamos con una gota de agua y la depositamos en un porta, sobre el que colocamos un cubre a fin de examinarla al microscopio. Descubrimos que la gota de lodo estaba poblada por multitud de minúsculos organismos. Entre la miríada de paramecios, vorticelas y ciliados que se mueven agitadamente de un lado para otro, buscamos un espécimen más tranquilo y reposado. Por fin, al cabo de algún tiempo descubrimos un tímida ameba, que se adaptaba magníficamente a nuestros propósitos. Este organismo es una masa gelatinosa y flexible, rodeada de una membrana elástica que cambia constantemente de forma a medida que se desplaza el animal, para lo cual emite unas prolongaciones digitiformes que reciben el nombre de pseudópodos. El cuerpo propiamente dicho está constituido por una sola célula que posee todas las propiedades características de la vida, es decir, puede desplazarse, ingerir alimento y desarrollarse. Cuando la ameba alcanza un tamaño determinado, se divide sencillamente por la mitad, dando lugar a dos nuevas células. Este proceso puede repetirse cada 24 horas.
Con un poco de paciencia observaremos todos estos procesos-desplazamiento, división e ingestión de partículas alimenticias- en la ameba que hemos seleccionado. Con toda seguridad, este diminuto organismo es capaz de diferenciar un grano de arena indigerible de una partícula alimenticia. La única forma de comprobarlo es recurrir a la experimentación. La ameba debe estar dotada por tanto de algo parecido a un sentido que le permite distinguir unas sustancias de otras y quizá también reconocer a sus congéneres, pues ocasionalmente puede observarse que dos amebas se unen para intercambiar sus núcleos (conjugación).
El reconocimiento es el requisito primordial para este proceso, pues en caso contrario, las amebas pasarían indiferentes una al lado de otras. Este constituye un ejemplo de lo que hemos dado en llamar comunicación entre los animales. Las amebas emiten algún tipo de señal que es captada y reconocida por otros miembros de su especie. ¿En qué consisten esas señales? ¿Cómo se reconocen las amebas?

En la tierra húmeda viven amebas del género Dictyostelium discoideum. En épocas de escasez de alimento, la colonia, formada por multitud de organismos aislados, sufre una auténtica conmoción y los individuos se desplazan desde todos los rincones hasta un punto determinado para celebrar una "asamblea" multitudinaria, con cientos de miles de asistentes. Las amebas trepan unas encima de otras hasta formar una torre puntiaguda que al final acaba derrumbándose. Esta "columna" de amebas, que se desplaza como un solo individuo, mide unos 2 milímetros de largo y es perfectamente visible a simple vista. Esta curiosa formación, que va dejando tras de sí un rastro gelatinoso, avanza incansable, a veces durante largo tiempo, hasta encontrar un lugar cálido y soleado.
Este hecho es ya de por sí sumamente singular. Mientras las amebas viven como individuos independientes, buscan siempre lugares húmedos y oscuros para evitar la desecación. Sin embargo, cuando se reúnen en la formación descrita, sus preferencias cambian por completo. Cuando encuentran el hábitat idóneo forman de nuevo una torre compuesta por un tallo estrecho de un centímetro de alto rematado por una esfera. Las amebas que forman el tallo secretan paredes de celulosa que confieren mayor consistencia a la construcción, lo cual no deja de ser sorprendente, pues, a excepción de las amebas, las plantas son los únicos organismos capaces de producir celulosa.
Por su parte, los individuos que componen la esfera que remata esta especie de torre de televisión en miniatura se repliegan y secretan una envultura resistente, y reciben entonces la denominación de quistes o esporas. Los quistes son muy resistentes al calor, al frío y a la sequedad y pueden sobrevivir durante largos periodos de tiempo en este estado. Cuando un gusano u otro animal pequeño pasa junto a ellos, se adhieren a su cuerpo y son transportados así hasta otros lugares.
Si las condiciones del lugar de destino son favorables, de los quistes emergen nuevas amebas, reanudándose el ciclo desde el principio. Tanto los quistes como las amebas a que dan origen son los únicos supervivientes de la formación, pues las que constituyen el tallo mueren inevitablemente, es decir, se "autosacrifican" para asegurar la supervivencia de la especie.
¿Cómo es posible que esta especie de ameba sea capaz de realizar un trabajo comunitario de semejante envergadura? Lógicamente, los individuos deben disponer de algún sistema de comunicación. Los investigadores han descubierto la señal que convoca a las amebas a la "asamblea". Se trata simplemente de una sustancia química, llamada acrasina, que secregan únicamente las denominadas amebas fundadoras. Esta sustancia, que se difunde por el medio, atrae indefectiblemente a todos los individuos.
El proceso es el siguiente: una ameba (emisor) emite una señal (acrasina), que es captada por otra ameba (receptor), con lo que se tienen así los tres elementos básicos de todo sistema de información.
Los tres elementos son fundamentales  y son los mismos que utiliza la moderna técnica de las telecomunicaciones. Lo vemos en un ejemplo: Javier quiere hablar con su amiga Clara, que vive en el extremo opuesto de la ciudad. ¿Qué hace entonces Javier? Sencillamente, decide llamarla por teléfono, aparato que convierte sus palabras en impulsos eléctricos, lo que le permite salvar grandes distancias. Esta conversión implica a su vez una codificación, lo que garantiza así la confidencialidad del contenido del mensaje transmitido por Javier. Las señales son captadas y decodificadas por el destinatario, en este caso, el teléfono de Clara. Al descolgar el auricular, los impulsos eléctricos se transforman en ondas sonoras y Clara escucha la voz de Javier. En el ejemplo citado hemos topado con un nuevo elemento: la codoficación de la señal.
También entre las amebas existe la codificación, representada por la acrasina. Tan sólo las amebas de la especie Dictyostelium discoideum comprenden el sentido del mensaje; el resto de los animales no lo capta o no le confiere ningún significado especial, lo que sin duda representa una gran ventaja, pues entre otras cosas impide que eventuales enemigos descubran el lugar de reunión de las amebas.
La diversidad y multitud de sustancias químicas existentes convierten a éstas en mágnificas señales secretas, y entre sus numerosas ventajas hay que destacar su gran durabilidad, pues una sustancia química secretada por el emisor actúa como señal durante mucho tiempo, incluso aunque el emisor abandone el lugar o interrumpa su actividad emisora.
Por otra parte, las señales químicas apenas se ven afectadas por las perturbaciones. ¿Qué queremos decir con esto? Volvamos a la conversación telefónica entre Javier y Clara. A veces, cuando hablamos por teléfono, nuestras palabras se hacen inaudibles debido a ruidos, pitidos y chasquidos extraños procedentes del exterior.
Estas perturbaciones constituyen uno de los problemas más molestos en el ámbito de la comunicación. Las sustancias químicas, en cambio, apenas se ven afectadas, pues además de ser muy resistentes, no son fáciles de modificar.