martes, 15 de septiembre de 2015

LOS ANIMALES TAMBIÉN SE COMUNICAN



Estando Gerard Durrel (1925-1995) en la isla griega de Corfú entre 1935 y 1939 coleccionó animales como mascotas. Fruto de esa afición nació su libro Mi familia y otros animales. De allí leemos el siguiente fragmento: 



Una noche, agachado al pie del muro con una linterna, logré entrever algunas de las maravillosas danzas de cortejo. Los vi de pie, con las garras entrelazadas, los cuerpos erguidos en el aire, las colas trenzadas amorosamente; los vi describir lentos círculos de vals por entre los almohadones de musgo, cogidos de las garras. Pero mi contemplación del espectáculo era siempre tan breve, porque apenas encendía la linterna los amantes se separaban, quedaban quietos un momento, y luego, en vista de que no apagaba la luz, me volvían la espalda y se alejaban con paso decidido, garra con garra, costado con costado.

Estaba claro que estos animales preferían reservar su intimidad para sí. Manteniendo en cautividad una colonia probablemente habría podido presenciar todo el galanteo, pero la familia me tenía prohibido meter escorpiones en casa, a pesar de mis argumentos a favor.
Gerard Durrel: mi familia y otros animales.