Los
artículos de Álex Grijelmo en El País son para
nosotros fuente constante de reflexión. Abrimos con este una serie sobre cosas
que escuchamos cada día.
El sí, el no y la insinuación
La gramática académica del español (página 3.156) define lo que son las interrogativas totales y las interrogativas parciales.
Las interrogativas totales
fuerzan a elegir entre dos opciones opuestas. Si preguntamos “¿estuviste ayer
en Murcia?”, sólo cabe elegir entre el sí y el no. Las preguntas parciales, sin embargo, dejan abiertas más posibilidades:
“¿Dónde estuviste ayer?”.
Dentro de las interrogativas totales,
se consideran dos opciones: las interrogativas
polares y las interrogativas
alternativas. Las primeras solicitan que se elija entre dos opciones sólo
diferenciadas por la afirmación o la negación. Por ejemplo, si alguien pregunta
“¿estás preparado?”, sólo se responde bien con un “sí” o un “no”. La segunda
clase de interrogativas totales ofrece en la pregunta misma varias opciones:
“¿Nombramos a Juan, a Elena, o a Eduviges?”. Estas ya no se ciñen a un sí o a
un no, pero ofrecen toda la información necesaria a fin de que la respuesta se
circunscriba a esas posibilidades.
La gramática también prevé la posibilidad de que se pregunte algo por vía
directa o indirecta. Una pregunta
directa sería “¿fuiste ayer al teatro?”; y una indirecta, “quisiera saber si ayer fuiste al teatro”.
Mezclando correctamente todas esas previsiones gramaticales, el Gobierno
planteó la pasada semana al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, una pregunta
total polar indirecta. Porque acordó requerirle “que confirme si alguna
autoridad de la Generalidad de Cataluña ha declarado la independencia de
Cataluña”; para solicitar a continuación “su respuesta afirmativa o negativa”,
por si cupiera alguna duda gramatical al respecto.
En una conversación leal, ante una interrogativa total polar sólo caben un
sí o un no, o circunloquios equivalentes. No se concibe filosóficamente nada en
el medio. Preguntas como “¿eres licenciado en arquitectura?”, “¿naciste en
Valencia?”, “¿te llamas Recaredo?”... admiten únicamente respuestas afirmativas
o negativas, ya sean implícitas o explícitas, al margen de que luego se puedan
matizar (pero una vez emitidas). Por ejemplo: “No soy licenciado en
arquitectura, me falta un curso”; “sí, nací en Valencia pero no vivo allí”;
“sí, me llamo Recaredo pero me llaman Reca”.
Por tanto, Puigdemont sólo
disponía de esas dos opciones si deseaba responder lealmente a lo que se le
pedía. Cualquier respuesta debía empezar con una afirmación o una negación. Y
no lo hizo. Su contestación vulneró por tanto una de las máximas de la
conversación leal y eficaz según las definió el filósofo británico Paul Grice (1913-1988): la máxima de
claridad. Esta máxima debería constituir un pilar de la comunicación política,
pero cada día vemos cómo se vulnera.
Sin embargo, Puigdemont sí
responde indirectamente, y entre líneas, a la pregunta que le planteó Rajoy. Se
apea de la claridad, pero se apunta a la insinuación. Y dice: “La suspensión
del mandato político surgido de las urnas el 1 de octubre demuestra nuestra
firme voluntad de encontrar la solución y no el enfrentamiento”.
Se percibe un cambio en
esas palabras. Porque define así, en una segunda vuelta, lo que ocurrió en el
pleno del martes 10 de octubre (que era el asunto sobre el que se le
preguntaba): allí se produjo, dice, “la suspensión del mandato político”. Como
se ve, modifica ahora su uso anterior del concepto “suspender”: Si aquel día
dijo “propongo que el Parlament suspenda los efectos de la declaración de
independencia”, ahora cambia el sintagma que recibe la acción y menciona “la
suspensión del mandato político surgido de las urnas”. Por tanto, no se
suspende ya la declaración de independencia (que, por otro lado, nunca se produjo
formalmente), sino “el mandato político” surgido del referéndum ilegal. Eso
permite interpretar que el presidente catalán concede un segundo paso atrás.
Ahora ya no da a entender que declaró la independencia y luego la suspendió,
sino que precisa que se produjo un mandato en las urnas y se suspendió la
intención de hacerle caso. Entre una y otra acción ha desaparecido la acción
intermedia, y crucial, de declarar la independencia.