Tantos domingos en El País es Álex Grijelmo el que nos ilustra sobre las
palabras. Hoy, en La punta de la lengua escribe sobre otro anglicismo.
Atentos:
Una palabra muy corriente
Streaming no significaba en inglés
“descarga progresiva de datos”, sino “riachuelo”, “chorro”, “arroyo”
Buena parte de quienes defienden los anglicismos tecnológicos
alegan que cualquier alternativa en español “no significa lo mismo”. Y con ese
argumento se sienten satisfechos para seguir adorando al becerro de oro y
extender el injusto complejo de inferioridad de los hispanohablantes.
Creen, por ejemplo, que audio
no puede desplazar en ningún contexto a podcast, y que programa no debe sustituir a software, o que en directo pierde mucho frente a “en streaming”. Parten
para ello de una premisa según la cual las palabras definen en vez de nombrar.
Sin embargo, las palabras nombran; y a fuerza de nombrar algo, les damos una
definición. Pero no en todos los casos son una definición.
Si las palabras definieran, un cine de verano tendría que cerrar el primer día del otoño y abrir
al día siguiente de terminar la primavera, sin posibilidad de saltarse el plazo
porque en ese momento dejaría de ser un cine de verano; un ascensor no podría descender; no nos comeríamos un bollo suizo fabricado en la panadería
de la esquina, y colgar el teléfono
sólo serviría para los primitivos aparatos de pared, por no añadir que la mesilla de noche debería desaparecer
cada mañana.
Muchos términos se crearon o llegaron con una evocación inicial
que el uso transformó, y que los hablantes adaptaron a sus necesidades.
Pues bien, parece que ese proceso debería prohibirse para las
palabras de la tecnología, que de este modo quedarían protegidas desde su
nacimiento ante cualquier influencia del sentido común.
Algo así sucede con streaming, que designa en inglés una
transferencia digital de datos, audio o vídeo en directo o en diferido, y que
en este segundo caso se puede descodificar y reproducir sin necesidad de que se
haya completado el proceso de descarga.
Streaming no significaba
originariamente en inglés “descarga progresiva” o “transmisión por secuencias”,
sino que partió del sustantivo stream: “riachuelo”, “arroyo”, “corriente”,
“chorro”…; de donde se formó el verbo to
stream: “manar”,
“derramar”, “dejar correr”. Por eso el dicho to
go with the stream significa
“ir con la corriente”, que es lo que hacen los defensores de la invasión
anglófila. O sea, que van con el streaming.
A partir de esos significados de stream relacionados
con el agua, se creó en el mundo informático anglosajón la moderna acepción
metafórica de streaming
como chorro de datos o de información digital.
Los técnicos suelen defender la precisión de sus vocablos, y eso
está bien para que se entiendan entre sí; pero no pueden pretender que su
léxico inunde los textos destinados a personas que sentirán extraños esos
términos, a veces desincentivadores.
Así, cuando algo se transmite en directo por Internet se anuncia
que se dará “en streaming”. Pero si se ofrece por televisión
(incluso si es digital) leeremos la tradicional fórmula en español: “en
directo”.
No pasaría nada, sin embargo, si un medio digital comunicase:
“Ofreceremos en directo la ceremonia de mañana”. Y si se viera obligado a
distinguir entre “en streaming” y “en directo” (aunque la razón técnica
le resulte indiferente al usuario), ahí estaría la opción “en flujo”. Pero
quien dijese en correcto español “lo transmitiremos en flujo” no podría
presumir tanto como si lo hiciera en inglés, y además los sacerdotes de la
tecnología y de los complejos le acusarían de amanerado, cursi, antiguo...
Vamos, que le caería la del pulpo. Por ir contra la corriente.