Ahora Álex Grijelmo escribe
en su columna La punta de la lengua
en El País sobre modisto:
Modistos y costureras
El modista Lorenzo Caprile me insistió hace tiempo
para que escribiera sobre el término modisto,
del que él reniega. Lo fui dejando para mejor ocasión, y eso me hacía sentir en
deuda con él. Me parecía una batalla perdida como tantas otras que en estos
tiempos acaban produciendo vías de agua en el sistema de nuestra lengua. Pero
quizás esa mejor ocasión sea ésta, a raíz de la polémica que ha desatado portavoza.
La respetada
filóloga feminista Eulàlia Lledó ha escrito un artículo en el HuffPost español donde señala que portavoz es una palabra de género común
(es decir, que vale tanto para hombres como para mujeres, lo mismo que modelo o corresponsal, pongamos por caso) y por tanto no necesita la adición
de una a para el femenino. Pero le opone el caso de modista, que cumplía la misma condición
de portavoz como sustantivo de
género común y que sin embargo se consagró en el Diccionario de 1984 con la opción modisto para designar a hombres con ese
oficio. Ella sugiere que la influencia de los modistas para no ser equiparados
con las modistas de toda la vida propició que se aceptara la modificación,
mientras que con portavoza parece
producirse la presión contraria.
El sistema
lingüístico del español contiene entre sus herramientas el sufijo -ista, que forma una sola pieza. Es decir, esa letra a con la
que termina no es una marca de género, sino una parte solidaria en el engranaje
del elemento, igual que sus compañeras la i, la s o la t. Salvo en modista, que se puede convertir en modisto, ninguna otra palabra del
español general con esa sufijación forma una alternativa en masculino: idealista, socialista, anarquista, taxista o especialista, entre algunos centenares de términos posibles en
nuestra lengua.
Por tanto, la
creación de modisto provoca un fallo
en el sistema, igual que lo haría portavoza,
que además en su segundo elemento incurriría en doble femenino (pues voz ya tiene ese género).
El problema
que se deduce de lo que plantea Lledó
reside en si pueden escandalizarse ante portavoza
quienes defienden modisto. Y a mi
entender, tiene toda la razón.
El Libro de estilo de
EL PAÍS dice sobre modista: “Aunque la Academia admite también modisto debido a su extendido uso, en EL PAÍS debe escribirse el modista, como el periodista, el
electricista, etcétera, pues la palabra se forma sobre la base moda y el sufijo -ista, que denota oficio o profesión y construye palabras de género
común”.
Así pues, el manual
de este diario rechaza desde hace decenios modisto.
Pero se trata sólo de estilo, es decir, una elección propia; encaminada a
evitar cierto sexismo que se puede deducir del deseo de algunos diseñadores de
no alinearse con la tradicional modista de barrio; a la que el Diccionario académico de 1884 retrataba
así: “Mujer que tiene por oficio cortar y hacer vestidos y adornos para las
señoras”.
Antes de
incorporarse esa definición, se describía a la modista como “la que tiene
tienda de modas”; porque entonces quienes componían o arreglaban vestidos se
llamaban a su vez costureras.
El prestigio
de la palabra modista fue creciendo,
gracias a la categoría de muchos diseñadores y diseñadoras, pero quizás
aquéllos, como explica Lledó,
quisieron separarse del recuerdo histórico de costureras y modistillas. Desde
luego, Lorenzo Caprile no figura en
ese grupo.
Deuda saldada.