De nuevo Álex Grijelmo escribe
en su columna La punta de la lengua
en El País sobre las verdaderas gangas que nos invitan a comprar:
Menuda ganga
Una nueva
palabra invade las zonas comerciales de las ciudades españolas: outlet. Por extraño que parezca, este anglicismo
pretende seducir a miles de potenciales consumidores que desconocen su
significado.
Outlet significa “orificio de salida”, “desagüe”, “abertura”. O
simplemente “salida”. Así, to find an outlet for the
product significa “buscarle una salida al producto”. Y de ahí
le viene.
Se oye a
menudo que el español debe sucumbir ante la superioridad técnica del mundo
anglosajón. Si eso fuera así, habría que nombrarlo casi todo en inglés, pues no
se inventaron entre nosotros ni el frigorífico, ni la aspiradora, ni el
microondas… Aquí se inventó la fregona, eso sí; pero no consta que su nombre
español la haya acompañado por el mundo. (En inglés se dice mop; y en francés, vadrouille).
Además el
término outlet no señala ningún avance formidable, sino lo
que se ha denominado toda la vida saldos: “resto
de mercancías que el fabricante o el comerciante venden a bajo precio para
despacharlas pronto”.
La palabra saldo nos llegó desde el italiano, que
la tomó del latín solidus. Saldo en
italiano significa “entero”, “intacto”, “firme”, “recio” (Corominas y Pascual),
ideas que ya se sugerían en el término latino (“sólido”, “macizo”,
“consistente”, “completo”). Por tanto, los saldos son los productos intactos
que se exponen como nuevos aunque lleven una buena temporada (o dos) sin salir
del almacén. Porque cuando se mira dentro de la palabra saldo (documentada en español hacia el año 1800) se ve esa referencia
a un producto no deteriorado a pesar de su veteranía. En cambio, si se mira
dentro del término inglés, se ve un orificio por el que se debe achicar lo que
estorba. Vaya una manera eficaz de vender el paño.
Y a pesar de
eso, el ímpetu de las tiendas y las ofertas llamadas outlet está desplazando a saldos de los carteles y de los nombres comerciales (cómo no
recordar los ya desaparecidos Saldos Arias, en Madrid y otras ciudades),
quizás porque nuestra sinrazón percibe más elegante el vocablo en inglés.
Podríamos blandir aquí como alternativa el término ganga, usado aún entre los consumidores pero ya no tanto en los
escaparates. Y se entiende que ganga
ceda terreno en ellos, porque este término elogia a quien compra y deja en mal
lugar a quien vende.
Ganga tiene a su vez su origen remoto en un ave cuyo canto se
reproducía a manera de onomatopeya con esa misma palabra: ganga. El pájaro ganga carece de virtudes: difícil de desplumar y
de cazar, y es además de carne dura. Por eso en el siglo XVII se asoció su
nombre con los objetos poco útiles. El sentido irónico con el que se extendió
después el término (para expresar lo contrario de lo que se enunciaba, como
sucede con las ironías) le dio la vuelta al sentido, y así la ganga pasó a ser
algo valioso que se obtiene a bajo precio o con poco esfuerzo (Juan Gil, 300 historias de palabras. Espasa,
2015).
Con todo, no
es lo peor que ganga dejara el sitio
a saldos, ni que saldos esté sucumbiendo ante outlet; sino que en ese proceso quizás vayan
cambiando también los precios. No sé ustedes, pero si yo leo ganga en un escaparate, a lo mejor
compro; si ponen saldos, quizás
entre en la tienda; y si el letrero luminoso dice outlet, entonces desconfío; porque, desde que
percibí la diferencia entre clase business y clase turista, no me abandona la
sensación de que todo lo que se anuncia en inglés te sale más caro.