De nuevo Álex Grijelmo escribe
en su columna La punta de la lengua
en El País sobre lo que pasa con las redes sociales:
Un campo de nabos
No conviene
decir “todo el mundo sabe que no hay que asar la manteca”. Porque alguien
preguntará enseguida si se puede estar convencido realmente de que eso lo sabe
todo el mundo. Para empezar, lo desconocen los bebés, que son excluidos de la
frase y por tanto discriminados.
La
comunicación leal se basa en que el emisor y el receptor desean cooperar para
entenderse, y eso permite que existan las implicaturas (Herbert Paul Grice,
1975). Los hablantes no detallan todo de todo, sino que escogen una parte
y desechan otra.
Imaginemos que
alguien nos cuenta: “Mi hermana se presentó a las oposiciones. Pero en cuanto
empezó a trabajar, cayó enferma”. Ahí no se dice que las aprobó, pero lo
deducimos al creer que el hablante no pretende engañarnos, porque coopera con
nosotros.
En toda
narración contamos una parte y ocultamos otra; bien porque ésta es irrelevante
o bien porque se va a deducir con facilidad. Y los receptores del mensaje
procuran entender generalmente qué queremos decir, más allá de lo que decimos
exactamente.
¿Por qué no lo
contamos todo de todo? Porque en tal caso las conversaciones se harían
interminables y muy aburridas.
En la
ceremonia de los premios Goya, la
actriz y guionista Leticia Dolera
describió la gala con una afirmación que se ha hecho famosa: “Os está quedando
un campo de nabos feminista precioso”. El “campo de nabos” se refería a la gran
abundancia de hombres tanto en la sala como en las candidaturas. El público se
rio con el chiste, porque enseguida entendió el sentido más allá del
significado. ¿Y por qué lo había entendido? Porque cooperaba en la
conversación.
Sin embargo,
ahora aparecen a cada rato quienes no desean cooperar. La frase fue criticada
al instante en las redes, aunque no por su dudoso gusto; y la actriz se sintió
obligada a pedir perdón: “No pensé que invisibilizaba a las mujeres que
tienen pene”.
Los seres
humanos funcionamos en nuestra comunicación con ciertos prototipos. Si alguien
nos pide que dibujemos una persona, trazaremos una cabeza, un tronco, unos
brazos y unas piernas. Es el prototipo de persona en el que piensa cualquiera,
incluido un niño. Pero ¿eso significaría que un manco no sería una persona? En
absoluto. Eso significa que hemos dibujado un prototipo.
Al hablar, nos
entendemos a base de prototipos retóricos. Leticia
Dolera expresó un prototipo de hombre con la intención de mostrar la
exclusión de un prototipo de mujer. Pero su afirmación intentaba abarcar a
todos los individuos de cada grupo. Su objetivo consistía en expresar
metafóricamente que allí había muchos hombres y pocas mujeres, si bien al menos
los hombres eran feministas. Quien haya cooperado con su mensaje habrá
entendido eso; y a su vez las mujeres con pene que también hayan cooperado se
habrán sentido igualmente fuera del prototipo metafórico; no por tener nabo,
sino por no ser hombres.
El principio
de cooperación, obligatorio en toda conversación leal, permite que nos
comuniquemos bien así. De otro modo, Leticia
Dolera debería haber dicho: “Os está quedando un campo de nabos feminista
precioso, teniendo en cuenta que ‘nabo’ significa ‘pene’ y que con esa metáfora
me refiero a los hombres, y no a las mujeres que tengan pene. Aunque también
incluyo a los hombres que carezcan de pene por haber sufrido algún accidente o
malformación, pues no obstante siguen siendo hombres, aunque sin pene”.
Qué difícil va
a ser esto de hacer caso a las redes.